Opinión

La estupidez en la cúspide

Por: Ángel Delgado Silva

Es terrible y es penoso; más nos rinden las evidencias. El quehacer político peruano no sólo está infestado por una amalgama de incompetencia y corrupción. También derrocha una estupidez galopante. Sobre lo primero se hablado hasta el cansancio. Ocho de diez ciudadanos lo saben; lo sienten en carne propia. Lo segundo, por su parte, ha sido el aderezo constante del desastre que asola al Perú. Es la nota tragicómica de las conductas estólidas de Pedro Castillo. Son las chanzas risibles. Sí, pero con fúnebre retintín, por lo bajo que rodamos como país.

Pero, así como las malas noticias nunca van solas, la crisis política de un país no se enclaustra en una instancia, exclusivamente. El cretinismo del Poder Ejecutivo también contagia al Parlamento. No aludimos a las bancadas oficialistas que abrevan de la insensatez gubernamental, sino a las fuerzas democráticas que apuestan a ser oposición a los desmanes del Gobierno. Es cierto que han hecho sus mejores esfuerzos, logrando que el Congreso plante cara a un régimen, que luego de las elecciones podía venirse con todo, como fue en Venezuela, Bolivia y Ecuador.

La alianza de los grupos parlamentarios que erigieron a María Carmen Alva, independientemente de los yerros y vacilaciones, cumplió el objetivo democrático de frenar el ímpetu de cambiar la Constitución a la chilena, limitó el uso abusivo de la cuestión de confianza y eligió a un Tribunal Constitucional ajeno a los dictados del poder caviar. La inteligencia republicana aconsejaba mantener esa correlación para el segundo año. Empero, la cordura política se extravió por mezquindades disfrazadas de principios. Al dividir la votación, puso en jaque la conducción democrática del Congreso de la República. Se necesitó una segunda vuelta para cerrar el paso a la captura oficialista del Parlamento.

No han pasado dos meses de aquello y nuevamente sectores de la oposición rifan al Congreso. Sin aprender la lección, pareciera que el encono pesara más que la sensatez. Se sumaron a la censura de Lady Camones que propició, con descaro, el Gobierno. Los autores del estropicio se justifican en un puritanismo principalista e ingenuo, incapaz de distinguir situaciones y, por ende, asume la valoración, sin duda exagerada y tramposa, dictada por Aníbal Torres y los ministros sobones.

(*) Constitucionalista

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

Related Articles

Agregue un comentario

Su dirección de correo no se hará público. Los campos requeridos están marcados *

Back to top button