
En estos tiempos en que abundan las noticias falsas en los medios de comunicación y en las redes sociales, donde muchas veces circulan inmunes a todo reclamo, ha cobrado mayor dimensión una práctica periodística que, desde el punto de vista ético, está muy próxima a la mentira. Este recurso, por llamarlo de alguna manera, es la omisión de la verdad, que consiste en dejar de publicar un hecho noticioso relevante para evitar que una persona o grupo quede en evidencia de prácticas vergonzosas, ya sea desde el punto de vista legal o moral. Mentir y omitir no son lo mismo, pero generalmente tienen objetivos similares o al menos parecidos.
Un ejemplo claro de omisión se dio el último domingo, cuando los televidentes esperaban que los programas periodísticos publiquen amplios y enjundiosos reportajes, informes o crónicas sobre los dos hechos más controversiales de la semana. Uno, el nombramiento de ministros y otros funcionarios cuestionados por sus vínculos con la corrupción; por no cumplir los requisitos del perfil y experiencia requeridos; y por evidencias de prácticas reñidas con los cánones profesionales y principios éticos.
Y dos, la extraña reunión celebrada en el restaurante de un lujoso hotel de Miraflores, organizada por la fundación alemana Friedrich Naumann (la misma que trajo al venezolano Leopoldo López para apoyar la campaña electoral contra el actual presidente) y con la participación de políticos de seis bancadas de oposición, que —según el semanario “Hildebrandt en sus trece”— se habría convocado para diseñar la estrategia destinada a lograr la vacancia del presidente Pedro Castillo, lo que muchos califican como “plan golpista”.
El primer tema tuvo, efectivamente, una amplia cobertura, con profundas investigaciones en Lima y provincias, entrevistas y nuevos hallazgos comprometedores, por cierto. Sin embargo, los programas dominicales no pasaron nada del asunto de la aludida reunión encabezada por la presidenta del Congreso, María del Carmen Alva, quien ha sido acusada por congresistas oficialistas de encabezar un plan con el objetivo de “romper el orden democrático”.
En los llamados “malcriaudios”, la titular del Legislativo da, sin querer, ciertos indicios de la omisión u ocultamiento de una noticia que, por sus características e importancia, ameritaba lo que en el periodismo conocemos como “seguimiento”. Pero este espinoso tema debe ser materia de un amplio análisis, que nosotros no omitiremos. Por eso, mañana continuamos. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.