Opinión

La oposición debe acelerar su paso

Por: Hugo Guerra Arteaga

La oposición democrática peruana tiene que redoblar su esfuerzo para vacar cuanto antes al gobierno ilegítimo de Castillo y frenar de inmediato los planes totalitarios que se están desplegando escandalosamente a vista y paciencia no solo de nuestro pueblo, sino también de la comunidad internacional.

La gira por México, la OEA y las Naciones Unidas ha tenido un clarísimo objetivo de presentar al régimen marxista como una mansa paloma que postula humildemente (bajo el disfraz de la ropa sencilla y anti protocolo) la necesidad de grandes reformas estructurales (léase revolución), supuestamente dentro de un cauce democrático, no comunista, respetuoso de la propiedad privada y sin afectar los derechos de nadie.

Despacito, despacito, sin embargo, Castillo ha dado un golpe terrible a la política exterior de Torre Tagle al ofender al Brasil –socio estratégico del mayor nivel de importancia para el Perú– al levantarse al momento del discurso del presidente Bolsonaro; y al reconocer como demócrata al tirano genocida Nicolás Maduro, pese a que nuestro país sigue siendo cabeza principal del Grupo de Lima, abocado, precisamente, a encontrar una salida pacífica al drama humanitario de Venezuela. Y ya antes, durante su toma de mando el profesor también había lesionado los vínculos con Colombia al desairar groseramente al presidente Duque durante su visita a Lima.

Desde las entrañas más radicales del gobierno es público, asimismo, el interés de Guido Bellido, presidente del Consejo de Ministros, por forzar la renuncia del Canciller Óscar Maúrtua, uno de los pocos integrantes realmente democráticos y profesionales de alto nivel del Ejecutivo. El interés de Puka es acelerar la inserción del Perú en la estrategia regional bolivariana que pasa, entre otras cosas, por resucitar el bodrio del Unasur.

Entre tanto, y siempre con la actitud de papamoscas que tiene Castillo, la gente de su bancada está desaforada: se ha abocado a la recolección de firmas para sacar adelante cuanto antes su proyecto dictatorial de una Asamblea Constituyente y para eso están realizando una campaña miserable que implica el uso de recursos del Estado y la entrega (prohibida por ley) de dádivas a cambio de firmas entre la población de escasos recursos; y por otra parte se están presentando proyectos de ley absolutamente inconstitucionales como el que pretende regular y censurar a los medios de comunicación y la prensa independiente.

Castillo persiste, además, en no remover del Gabinete a ministros que, como el propio Bellido y Maraví, entre otros, demostradamente tienen vínculos ideológicos y en algunos casos prácticos con el terrorismo senderista, con lo cual se da la paradoja de que el Perú está siendo gobernado por aquellos extremistas totalitarios que fueron derrotados hace 29 años con la captura de Abimael Guzmán, asesino maldito cuyos restos todavía increíblemente no pueden ser quemados pese la ley aprobada por el Congreso.

Todo esto está ocurriendo en un clima de peligrosa “normalidad” que busca establecerse de manera definitiva; y cuando menos los ciudadanos se den cuenta el país estará ya irremediablemente sometido a un régimen en el cual los derechos y las libertades básicas habrán sido controlados por el comunismo, mientras la economía termina por degradarse a los extremos ya conocidos de Venezuela y Nicaragua.

Es, entonces, una obligación ética, moral y de sobrevivencia multiplicar el esfuerzo de nuestra lucha democrática para imponer primero un freno al caballo desbocado que representa Castillo; y, luego, lograr la vacancia presidencial sustentada tanto por la ilegitimidad electoral (algo que ya está establecido en una investigación congresal y fiscal muy avanzada) y por la inmoralidad de permitir que los vinculados con el terrorismo ejerzan funciones de Estado pese a su prontuario ampliamente demostrado.

La calle tiene, pues, que hacer un movimiento de pinzas con los demócratas que hay en el Parlamento y avanzar con energía y rapidez.

(*) Analista político

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