Opinión

La hora del general José Williams

Por: Ángel Delgado Silva

Circunstancias no previstas lo hicieron presidente del Parlamento Nacional. Sin embargo, ello causó un profundo alivio ciudadano. Se había conjurado la amenaza que la conducción del Congreso se desplazara a manos del oficialismo. Felizmente no fue así. Lo contrario hubiera significado la ruptura del equilibrio de poderes que preserva la democracia política. Y, sin contrapeso efectivo, el Gobierno podría avasallar las libertades públicas.

Un poco de suerte, sí. Pero sobre todo, la insólita actitud de la bancada de Perú Libre que se negó a una coalición parlamentario oficialista-castillista, capaz de otorgarle al régimen sostenibilidad política. También jugó a favor la talla del general, distante del maximalismo de sus colegas parlamentarios castrenses. Su sobriedad y mesura lo llevaron a votar por Lady Camones, rechazando la quiebra de la unidad democrática impulsada por compañeros de su bancada, que alentaban una candidatura paralela. Tampoco cayó, como otros, en la maniobra gobiernista y votó contra la censura de la ex presidenta del Congreso.

Las ignotas vueltas del destino lo han alzado a la Presidencia del Congreso. Es un momento crucial para la institución parlamentaria, pero realmente para la República en conjunto. Como hace doscientos años, cuando se instaló el primer Congreso Constituyente, las responsabilidades políticas son inmensas. En aquel tiempo –el final del Protectorado y la consiguiente desaparición de San Martín– los peruanos quedaron solos ante hercúleas e ingentes tareas: terminar la guerra independentista y definir el régimen político republicano más eficaz, para asegurar la libertad y el bienestar de la naciente Nación, evitando la anarquía.

Hoy, dos siglos después, a pesar de los avances logrados, siguen pendientes las promesas republicanas soñadas con fruición, por los fundadores de la Patria. Y en esa búsqueda –tan legítima como desesperada e, incluso, obsesiva– no pocas veces hemos extraviado el rumbo. Hemos puesto en riesgo el legado patrio y la misma viabilidad de aquellos anhelos históricos. Guardando las distancias con dicha época germinal, el caos, la incertidumbre y el desasosiego provocados por el Gobierno de Castillo, son de una intensidad tan grave que ponen en sumo peligro la convivencia democrática y los propios fundamentos republicanos del país.

Como ayer, los ojos ciudadanos se vuelven hacia el Congreso, con esperanza. Frenar la debacle, impedir una colisión catastrófica y liquidar la pesadilla. Para eso, previamente, deberá recuperar la confianza popular y, con pulso firme y mirada estratégica, reconstruir el consenso político necesario para librarnos de los óbices penosos, que la hora dramática exige. ¿Podrá el general Williams, sacando lo mejor de su fuero personal, estar a la altura del mandato soberano? O como sucedió con la primera representación nacional, no obstante, los egregios personajes que tuvo, terminó sucumbiendo ante desafíos insuperables.

(*) Constitucionalista

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

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