Opinión

La engañosa virtualidad

Por: Martín Valdivia Rodríguez

El trabajo virtual es fundamental. Fue clave, cuasi providencial, en los tiempos de la pandemia, cuando el virus nos obligó a alejarnos. Sin embargo, no todos los trabajos pueden realizarse de manera remota. Y uno de ellos es el de congresista, de ninguna manera. Si se apeló al zoom, al Google Meet y las otras plataformas, fue por una emergencia, no para que en tiempos normales todas las sesiones parlamentarias se realicen mediante una pantalla donde nadie puede mirarse a la cara y que ni siquiera garantiza que es realmente el congresista y no otra persona quien está detrás de la cámara de video.

Esta última conjetura tiene asidero el caso de la congresista que, según una investigación periodística, marcó asistencia y hasta votó de manera remota en una sesión de una comisión parlamentaria, cuando en esos momentos ella no estaba en su casa. ¿Quién manipuló su computadora haciéndose pasar por ella? ¿Su esposo? ¿La vecina? ¿La empleada? Como dice un conocido youtuber: No, no, no. Así no.

El trabajo político, menos el de congresista, no es para realizarlo de esa manera. Hay varias razones que exigen la presencialidad. Y la primera de ellas es, precisamente, la confianza. Es difícil creerle a un político, los congresistas están ampliamente desacreditados. Tanto que cerca de medio centenar han sido acusados de “niños” y/o “mochasueldos”. Tanto que 101, de los 130 parlamentarios, votaron a favor del proyecto de ley para reponer a 14 mil profesores que desaprobaron los exámenes para la denominada Carrera Pública Magisterial. Salvo honrosas excepciones, el prestigio de los congresistas está al ras del suelo. O más abajo.

Es tan hipócrita el proceder de los congresistas, que cuando se “reunió” la Comisión de Ética para evaluar el caso Digna Calle —estuvo ocho meses en Estados Unidos y fue cuestionada, precisamente, por pretender trabajar de manera virtual—, 15 de los 17 sesionaron de manera remota desde sus casas. ¿O desde la playa? ¿O desde un baño sauna? Quién sabe. Todo puede suceder.

Es necesario que se norme el trabajo virtual en el Congreso, como lo propone el ex oficial mayor del Congreso, José Cevasco. Es triste y vergonzoso ver desierto el hemiciclo, con solo 10 o 20 legisladores en los plenos que convoca el presidente del Congreso, Alejandro Soto. Si Demóstenes, Lincoln, Churchill o John F. Kennedy, considerados entre los más grandes oradores de todos los tiempos, resucitaran y observaran este escenario, se volverían a sus morir. Por el bien del país esperamos que esto cambie lo antes posible. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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