Opinión

La destrucción de la Defensoría del Pueblo

Por: Omar Chehade Moya

Hace un par de días el Congreso de la República acaba de cometer uno de los más grandes suicidios políticos a nivel institucional, eligiendo nuevo Defensor del Pueblo al abogado Josué Gutiérrez Cóndor de triste recordación.

Sí, el mismo que fungía de escudero de la inefable ex primera dama, Nadine Heredia, el mismo que antes que Ollanta Humala asumiera el cargo de presidente, viajó a Rusia con el hermano del electo jefe de estado a reunirse con el ministro de Defensa de ese país a preparar futuros negociados de compraventa de armas y fueran ampayados por la televisión internacional, de allí su alias de: “el ruso” cuando era parlamentario nacionalista, el mismo señor que no sólo era escudero del régimen oficialista tratando de tapar todos los evidentes actos de corrupción humalista, sino que además tenía una gigantografía en su despacho congresal de Nadine Heredia. Josué Gutiérrez, el mismo que se presentó como abogado del corrupto Vladimir Cerrón, y luego alfil político del ex gobernador de Junín, el mismo que presenta al menos cinco carpetas de investigación en la fiscalía acusado en Huánuco por peculado y estafa, y que para colmo presentó en esta convocatoria para ser Defensor del Pueblo una serie de irregularidades. Es decir, más que currículo, Gutiérrez Cóndor tiene prontuario.

Es obvio señalar que además de todas estas barbaridades en su récord biográfico, no tiene casi ninguna experiencia como abogado litigante, ni defensa de los derechos humanos ni galardones académicos que exige la naturaleza de un verdadero Defensor del Pueblo.

La institución de la Defensoría del Pueblo que fue creada por la nueva Constitución Política de 1993 siempre se ha caracterizado por haber contado con personajes de distinguida solera ética y académica como Jorge Santisteban de Noriega, Beatriz Merino, Walter Albán, Eduardo Vega o el propio Walter Gutiérrez que defendieron no solo la autonomía de dicha institución, sino que evitaron contaminarse con el poder de turno y de algún sesgo ideológico, para defender los derechos fundamentales de la nación en su conjunto y de los derechos humanos de los ciudadanos que son violentados o con peligro de vulneración.

Con este pacto político vergonzoso, el Congreso ha cruzado el Rubicón de la infamia, situándose en el último escalón del lodo, en el peor pico de la mugre, en lo más hondo del excremento de donde ya no saldrá jamás. Ha sido muy lamentable que este siniestro pacto haya sido promovido paradójicamente por adversarios políticos de turno: “el fujicerronismo”.

La bancada de Fuerza Popular y sus aliados sabían perfectamente la calaña de Josué Gutiérrez, pero por un gansteril pacto político han decidido ungir en el poder a un impresentable que va a destruir una de las pocas instituciones respetables que quedaban como es la Defensoría del Pueblo, todo para luego poner en canje a su candidato como nuevo miembro del Tribunal Constitucional, y presidente del Congreso a partir del 26 de julio de este año con el voto cómplice de la izquierda comunista. Baldón, traición y deshonra de este Congreso.

(*) Exvicepresidente del Perú

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

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