Opinión

La desinformación como arma mediática

Por: Víctor García Belaunde

El 22 de noviembre de 1963 se perpetró el asesinato del presidente Kennedy, todo estaba listo para echarle la culpa a un solo hombre: Lee Harvey Oswald quien es abatido a los dos días y con eso se cerraba el caso del magnicidio.

Cuando todo estaba preparado para finiquitar las investigaciones del caso y dar por cierto que el asesino fue un solo hombre, aparece el film de Abraham Zapruder que desmorona todo lo construido para consolidar la teoría de una conspiración para asesinar al presidente de los Estados Unidos. Se formó una comisión presidida por el magistrado Earl Warren que finalmente dictaminó que Oswald actuó solo y que una sola bala mató al presidente e hirió al gobernador Connally.

El informe Warren trajo más dudas y controversia. En el Perú cuando se conoció en 1993 sobre los crímenes ocurridos en la Universidad La Cantuta, no hubo mejor respuesta del oficialismo que tratar de desacreditar la denuncia cuando una parlamentaria dijo que se trataba de “muertos reciclados”; posteriormente en un dictamen en minoría los congresistas Jaime Freundt y Gilberto Siura, defendían la tesis que los estudiantes desaparecidos se habían auto secuestrado.

En el año 2000 cuando aparecen las imágenes de un video donde el ex asesor de inteligencia Vladimiro Montesinos le entrega dinero al congresista Alberto Kouri para que deje la bancada del partido Perú Posible y se sume a la del fujimorismo que en aquel momento se denominaba Perú 2000. Ante la visualización del video los políticos cercanos al régimen fujimorista aseguraban que se trataban de imágenes editadas como en la película de Robert Zameckis “Forrest Gump” en donde se veían a personajes del pasado ya fallecidos dándole la mano al actor Tom Hanks.

Siempre ante lo evidente aparecen personas que con algún interés pretenden desviar la información y cuando aparecen las pruebas abrumadoras desbaratando el intento de encubrimiento ni siquiera hay una conducta de enmendar sus yerros. El caso reciente de la muerte del ex gerente municipal José Miguel Castro (a) “Budian”, empezó con la proposición muy generalizada del suicidio, los motivos no faltaron: que era depresivo o que tenía deudas, lo que era extraño a todo esto era la presentación de una persona que se había suicidado cortándose la garganta, una extraña manera de quitarse la vida.

Todo cambió cuando se hicieron públicas las imágenes de cómo se encontró el cadáver del ex gerente municipal de gestión de Susana Villarán y se consolidó como causa de su muerte el asesinato. Budian estaba siendo investigado por recepcionar aportes ilegales que entregaron constructoras brasileñas durante las campañas políticas de la exalcaldesa Susana Villarán, a cambio de onerosas concesiones en los peajes.

Lo más extraño de esto es que Castro solicitó ser colaborador eficaz, pero desde el momento que la solicitó hasta su muerte, el fiscal no la había formalizado no obstante el tiempo que tuvo para realizarla. Esperemos que este crimen se resuelva y se encuentren a los responsables, y no suceda lo que ocurrió como en el caso de Emerson Fasabi; la muerte del sobrino del expresidente Ollanta Humala, o la extraña muerte de Martín Montoya Marcilla quien entregó $ 250 mil a Sada Goray, supuestamente como préstamo y todo fue a manos de funcionarios públicos a cambio de favores. Justicia que llega tarde no es justicia.

(*) Abogado y excongresista.

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