Opinión

La bandera es sagrada

Por: Antero Flores-Araoz

Increíble, pero cierto. A una persona se le vino la peregrina idea de cambiar nuestra bandera y le dirigió una carta en tal sentido a una congresista, la cual, compitiendo con la primera en planteamientos absurdos, trasnochados y evidentemente cívico-confusos, lejos de desechar de plano la propuesta y actuando como si fuese cartero, la derivó al presidente del Consejo de Ministros, el cual en lugar de descartar ipso facto el atentado contra la bandera, pidió opinión al Sector Defensa.

Para que lo tengan clarito, la bandera, al igual que el himno nacional y el escudo, son símbolos patrios, como textual y conceptualmente lo determina el artículo 49 de la Constitución, que no se limita al enunciado, sino que aprueba el diseño de la bandera de “tres franjas verticales con los colores rojo, blanco y rojo”.

Acabamos de celebrar el bicentenario de la independencia nacional, y dentro muy poco también conmemoraremos los doscientos años de nuestra bandera, la cual fue establecida por Ley del 25 de febrero de 1825. Adicionalmente, el Tribunal Constitucional estableció que “… los símbolos patrios tienen una función de representación de sentimientos de identidad nacional” y agrega que “su permanencia, estabilidad e INTANGIBILIDAD es lo que permite que generaciones sucesivas se identifiquen con los símbolos y los conviertan en un factor de cohesión social y de orgullo” (Causa 00044-2004-AI-TC).

Pero más allá de la normatividad legal, es bueno recordar que desde temprana edad fuimos inculcados en el respeto y el amor a Dios, la familia y la patria, que son sagrados y, atentar contra el sentimiento patrio es social y cívicamente gravísimo. Más aún, supimos que el rojo de la bandera era para recordar la sangre de nuestros héroes y el blanco, el alma nacional.

Al criticar la afrentosa propuesta, podríamos entenderla en la supresión del curso escolar de Educación Cívica, así como de la preeminencia de cursos de ciencias respecto a los de humanidades que son formativos y que deberían fortalecerse.

Para los que amamos la patria, la bandera es sacrosanta e indigna que se pretenda cambiarla, como si fura ropa usada. El solo hecho de plantearlo insulta y ofende a nuestros héroes y a su memoria.  El coronel don Francisco Bolognesi en la Guerra del Pacífico, sitiado por las fuerzas beligerantes del sur, siendo invitado a capitular, no se rindió, contestando que combatiría “hasta quemar el último cartucho”, sucumbiendo en defensa de la patria y la bandera.

Alfonso Ugarte, en el morro de Arica, se inmoló para que la bandera no cayera en manos extranjeras y, ni qué decir del Caballero de los Mares, el gran almirante don Miguel Grau Seminario, que después de exitosas batallas navales, comandando el monitor Huáscar, un lejano 8 de octubre falleció al ser hundido el navío con sus valerosos compañeros de armas. Lo hicieron defendiendo la bandera como más recientemente también lo hizo José Abelardo Quiñones en la frontera norte, estrellando el avión abatido que piloteaba, contra las fuerzas opositoras.

Ojalá quienes erradamente intentan el cambio de bandera, puedan alguna vez estar un 28 de agosto en Tacna en el Paseo de la Bandera y perciban el fervor y homenaje que se rinde a ella. Sería el mejor antídoto para sus devaneos.

(*) Ex congresista de la República

(*) Ex presidente del Consejo de Ministros

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

Related Articles

Agregue un comentario

Su dirección de correo no se hará público. Los campos requeridos están marcados *

Back to top button