
Hace 25 años se produjo una de las más grandes hazañas militares de todos los tiempos: la operación Chavín de Huantar, que permitió el rescate de 72 rehenes a manos de secuestradores del MRTA.
Recuerdo la noche del 17 de diciembre de 1996. Estaba camino a la residencia del embajador Morihisa Aoki en San Isidro. El diplomático ofrecía una recepción por el cumpleaños de Akihito, emperador de Japón. Iba por razones protocolares, pero también porque en esa reunión se confirmaría mi próxima visita de trabajo a Tokio.
Se había hecho tarde; sin embargo, estábamos ya a pocas cuadras del lugar, cuando exactamente a las 8:15 escuchamos una fuerte explosión que hizo retumbar nuestro automóvil. En la radio informaron que el estallido se había producido en la casa japonesa. Nos libramos, pero supimos que más de 700 invitados habían sido tomados en calidad de rehenes por 14 terroristas fuertemente armados.
La incursión a la casa japonesa tenía como cabecilla a Néstor Cerpa Cartolini, un tipo sanguinario tan bruto como osado. Los emerretistas querían la liberación de 400 prisioneros a cambio de la vida de los rehenes. Sin que mediara propiamente una negociación, rápidamente un grupo de mujeres fue liberado; y con humillación y vergüenza escaparon cobardemente pocos hombres, entre ellos el futuro presidente Toledo y el golpista Francisco Sagasti.
En el transcurso de los días salieron algunos grupos de secuestrados y finalmente fueron 72 quienes quedaron retenidos en condiciones infrahumanas; entre ellos amigos entrañables como el Almirante Luis Giampietri y el Canciller Francisco Tudela.
Entonces Alberto Fujimori creó la Primera Brigada de Fuerzas Especiales, un grupo de élite de intervención integrado por infantes de Marina y comandos del Ejército. En total fueron 148 hombres que tenían la sagrada misión de liberar a los rehenes. El cautiverio se prolongó por 126 días, donde los retenidos tuvieron condiciones miserables de sobrevivencia, pero aguantaron virilmente la enorme tensión apenas aliviada por visita esporádica de Monseñor Juan Luis Cipriani.
Los comandos articularon la escucha remota a través de micrófonos ocultos en objetos introducidos subrepticiamente al inmueble; en Chorrillos construyeron una réplica de la residencia; y finalmente decidieron excavar túneles debajo de la propiedad de Aoki para actuar sorpresivamente. Para ello reclutaron a anónimos trabajadores mineros que desplegaron galerías subterráneas con destreza solo equivalente a la ancestral de Chavín de Huantar.
El 22 de abril de 1997, a las 3:23 de la tarde, los comandos iniciaron la operación de rescate. Hubo fuego cruzado. Murieron en la intervención los oficiales del Ejército Juan Valer Sandoval y Raúl Jiménez Chávez. Y los terroristas asesinaron al rehén Carlos Giusti Acuña, magistrado del Poder Judicial.
La operación fue un éxito rotundo. Pero desgraciada y paradójicamente las tropas sufrieron la tortura de absurdos procesos judiciales durante años. Hoy el estado ha olvidado a los héroes del operativo. Miserablemente ni Castillo ni el Congreso han rendido los honores que corresponden en este 25º. aniversario.
Solo los peruanos demócratas y agradecidos seguimos repudiando la insania emerretista ahora reactivada en el ML-19 y mantenemos a tope el principio fundamental: con el terrorismo no se negocia. Ni olvido ni perdón.
*Analista político
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