Opinión

El reto de la unidad democrática

Por: Hugo Guerra Arteaga

No debe ocurrirnos nunca más la historia de la cigarra floja que tocaba la guitarra en el verano, mientras la hormiga trabajaba duramente guardando provisiones. Cuando llegó el invierno, solo sobrevivió quien se había preparado para los rigores del frío.

Durante demasiado tiempo los sectores democráticos hemos relegado la lucha política neciamente. Confiamos en que dentro de una república liberal y un estado constitucional y social de derecho no era necesario dar la pelea por la libertad de los individuos y del mercado. En cambio, la izquierda de todos los pelajes, desde la terrorista roja hasta la malsana caviar, siguió en su esfuerzo por subvertir el destino de la patria para imponer el odio de la ideología marxista.

Cuando hace 29 años vimos al miserable cabecilla senderista Abimael Guzmán con su infamante traje a rayas dentro de una jaula, supusimos que el triunfo total sobre el genocidio estaba consolidado. Lo mismo pasó en diciembre de 1996, cuando tras cuatro meses y seis días de espanto se recuperó a los rehenes del MRTA, matando a la basura que enarboló el trapo rojo en la residencia de la embajada japonesa en Lima. Sin embargo, hemos despertado de pronto al comprobar que, sin saber bien cómo, se ha permitido un proceso electoral fraudulento y, de pronto, estamos confrontados ya a un gobierno ilegítimo y comunista, socio ideológico (y en algunos casos pasados cómplice) del mismísimo terrorismo que asesinó a más de treinta mil peruanos en su afán de convertir al Perú en un campo de exterminio polpotiano.

El despertar ha sido tanto más abrupto cuando, tras el anuncio de la muerte de Guzmán, hemos comprobado que la ideología de los rojos sigue viva y coleando; y que las nuevas generaciones no son capaces ni siquiera de identificar a los actores principales del drama que asoló a nuestra patria entre 1980 y el 2000. Peor todavía, hemos comprobado cómo, a vista y paciencia de todos, a los verdaderos héroes de la pacificación nacional, policías y militares, los han perseguido judicialmente, los han humillado y en muchos casos inclusive los han asesinado.

Sí, desde la inacción y la mansedumbre de los corderos, hemos dejado que el orden natural de nuestra república se convierta en caos y, encima, tenemos la costra de pedir y hasta exigir a esas mismas FF.AA. y PNP, a las que no defendimos, que hoy salte a la palestra y bote a los comunistas del poder.

El camino, sin embargo, no es soñar con un golpe de Estado, sino hacer un balance y liquidación de nuestra pereza política y ponernos a trabajar en un proyecto unificado de restauración democrática; que se base en el liberalismo, la libertad económica y la derecha popular. Necesitamos unidad de los líderes, que se dejen de personalismo y posturas mesiánicas, que marquen la raya divisoria entre quienes realmente se comprometen a erradicar total y definitivamente al marxismo del Perú en todas sus manifestaciones, y quienes simplemente pretenden pasar desapercibidos pese a que son socios y cómplices de quienes hoy desde el gobierno usurpador se están apoderando de la administración pública en todos los niveles para fomentar una república de “nueva democracia” a través de una ilegal Asamblea Constituyente.

Así, pues, el reto por la unidad y el trabajo concertado está lanzado. La fórmula transversal que debe convocarnos a los peruanos demócratas es la defensa de Dios (el derecho a tener un credo religioso), patria (la vocación de defender y proyectar nuestro devenir histórico), familia (la defensa de la vida, sin reservas) y propiedad (el derecho a beneficiarnos del trabajo honesto y la libre competencia). Hagamos como las hormigas del cuento, trabajemos sin cesar para recuperar al Perú, nuestra heredad.

(*) Analista político

(*) La empresa no se responsabiliza por los artículos firmados.

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