Opinión

El profesor en su laberinto

Por: Omar Chehade Moya

Cuando ganó las elecciones para presidente estuve seguro de que el profesor Pedro Castillo iba a destrozar el país. Lo advertí antes, durante y después de su juramentación. Nunca tuve la menor duda de su absoluta incapacidad y torpeza del hombre que el 2017 lideró la huelga magisterial del SUTEP. Nunca tuve dudas de su cercanía no solo con el ala más dura de la izquierda comunista, sino fundamentalmente de su alianza con los remanentes senderistas que hoy lo acompañan.

Por eso es que considerando ello una afrenta para la patria y para los miles de mártires que ofrendaron su vida contra el criminal Sendero Luminoso, decidí sin hesitar, no votar por Pedro Castillo y rechazar enérgicamente su candidatura para la segunda vuelta, a pesar que tenía al frente a la candidata del fujimorismo a la que siempre combatí.

Ni siquiera me asombró la conformación del primer gabinete ministerial que incluía como Canciller a un ex guerrillero que tenía las manos manchadas de sangre. Me indignó y estremeció todos estos acontecimientos, pero nunca me sorprendió. Tampoco me llamó la atención que la izquierda y el caviaraje político apoyaran, incluso, después de todo este desastre a Pedro Castillo. Lo único que siempre les ha interesado (salvo honrosas excepciones) es medrar del estado satisfaciendo intereses subalternos y gozando de las mieles del poder, aunque justificándose con su típico doble discurso, protegiéndose con ONGs.

La estampida del dólar, la fuga de capitales, el temor a la inversión empresarial, el aumento del riesgo país, el maltrato a nuestras Fuerzas Armadas y policiales, la denigración a nuestra Cancillería y avasallamiento a nuestras instituciones por parte de este pérfido gobierno, no me sorprendió. El proyecto comunista marxista trae como consecuencia un modelo totalitario de involución, atraso, resentimiento y lucha de clases, que degenera en lo polpotiano al exterminio institucional. Pero lo que sí me ha sorprendido del profesor Castillo, son sus niveles de cinismo y apego al dinero mal habido asociado a la corrupción. El escándalo “Watergate” (donde se encontró 20 mil dólares a su secretario Bruno Pacheco en el inodoro de su despacho) y luego hacer descaradamente negocios ilícitos en su propio domicilio de Breña, al punto de querer pasar desapercibido cambiando su típico sombrero por un simple gorrito, para reunirse con los postores que acababan de ganar millonarias licitaciones con ayuda gubernamental, me lleva a pensar, incluso, que antes del proceso de vacancia, Castillo debería renunciar a la presidencia. Luego saldría cínicamente en televisión nacional a decir que se trataban de “reuniones personales”, cuando su ministro de defensa había dicho que eran “reuniones oficiales”. El profesor se encuentra en su laberinto y no tiene cómo salir.

Como bien lo recordara Roque Benavides en su libro: “Víctor Raúl, Docencia y Decencia”, Haya de la Torre decía: “La pobreza económica no es la sola inferioridad del hombre. La pobreza intelectual, la indigencia de conocimientos, la orfandad de cultura, comporta la más irredimible de las esclavitudes. El dinero se puede ganar o perder, pero la riqueza intelectual que da la ilustración, la ciencia, la cultura no se pierde sino con la muerte. Hay que dar a los trabajadores el arma del pensamiento”. Pero el profesor Castillo está muy alejado de este pensamiento.

(*) Ex vicepresidente de la República

(*) La empresa no se responsabiliza por los artículos firmados.

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