Vivimos en una era de post verdad, donde los hechos parecen tener menos relevancia que las emociones y las creencias. Los gobiernos populistas, maestros en la manipulación de las masas, han encontrado en la mentira un arma poderosa para consolidar su poder y mantener a la población en un estado de constante incertidumbre. Un gobierno de la mentira es aquel que sistemáticamente oculta, distorsiona o falsifica la verdad para manipular a la población, mantener el poder o alcanzar objetivos políticos específicos. La corrupción sistemática que vive el Perú es la mentira enquistada en todo el aparato del Estado.
De presidentes a presidiarios
Después de un millón de promesas hechas el 28 de julio con su discurso de 5 horas, la señora Boluarte nos dijo muchas mentiras para justificar el caso Rolex y su vinculación con Los Waykis. El señor Adrianzén nos dijo también que, durante sus 12 días de ausencia, estuvo muy delicada de salud. ¿Por sus operaciones estéticas? No es solo ella. Fue también Alejandro Toledo, que ahora está condenado hasta su muerte. Alan García se mató para no ir a la cárcel.
Humala todavía asiste a la Fiscalía para que aclare su vinculación con el caso Odebrecht y don Martín Vizcara se jacta de no tener miedo a ir a prisión. Han pasado más de 40 años desde el gobierno de Belaunde y al parecer, fue el único presidente que no mintió, porque no fue a la cárcel. Entonces, ¿todo aquel que desea ser presidente del Perú va la cárcel?
Odebrecht, el monstruo de la corrupción
El caso Odebrecht es uno de los mayores escándalos de corrupción que ha sacudido a América Latina en las últimas décadas. Perú no es la excepción. La constructora brasileña, a través de una compleja red de sobornos y pagos ilícitos, logró infiltrarse en los más altos niveles del gobierno peruano, corrompiendo a políticos y funcionarios públicos para obtener contratos millonarios en obras de infraestructura. ¿Esto lo podría confirmar Susana Villarán?
“Ni yo, ni mi empresa, ni ningún dirigente hemos recibido aportes”, así afirmó Ollanta Humala ante la fiscalía. ¿Qué buena lavada de manos, no?
La corrupción de Odebrecht trascendió las fronteras peruanas, convirtiéndose en un escándalo continental. La empresa brasileña operó de manera similar en otros países de América Latina, sobornando a políticos y funcionarios para obtener contratos millonarios. ¿Las consecuencias? Las vivimos hoy.
La profunda crisis política en Perú con la caída de presidentes y numerosas investigaciones judiciales debilita el estado de derecho. El caso Odebrecht es un recordatorio de la importancia de combatir la corrupción de manera frontal y efectiva. Es necesario fortalecer las instituciones encargadas de combatir la corrupción, como el Ministerio Público y la Contraloría General de la República. Pero con gente ética, integra y que no tambalea con sus principios. La ciudadanía debe estar informada y comprometida en la lucha contra la corrupción.
(*) Comunicadora digital, filósofa, periodista colegiada, docente, empresaria, estratega, mujer política del siglo XXI.
* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados