
Todos los delitos son execrables, pero hay algunos que llegan a ser repugnantes y abominables. Tendemos a referirnos de manera genérica a los “robos” como cualquier tipo de sustracción de objetos. Sin embargo, hay diferencias que hay que establecer a la hora de analizar la criminalidad. No se puede comparar un hurto, que es la sustracción de un bien ajeno sin emplear violencia, fuerza o intimidación, con un robo, en el que el delincuente rompe puertas, ventanas o cualquier otro medio de acceso, usa la violencia (física) o intimidación (verbal o gestual).
Pero ingresamos en otro terreno cuando hablamos de extorsión por el cobro de cupos o de sicariato, que muchas veces pasan de las amenazas a la agresión física, destrucción de la propiedad privada (hasta con explosivos) y crueles asesinatos de la víctima o sus familiares más queridos. Las penas, en estos casos, deben ser más drásticas y ejemplares.
Los sicarios empuñan un arma, apuntan, disparan y huyen. El sicariato en el Perú es un fenómeno reciente que ha cobrado atención por la crueldad del crimen y el reclutamiento de menores de edad. En julio del 2015, el Gobierno promulgó el Decreto Legislativo 1181, que incorporó el delito de sicariato al Código Penal. En dicho dispositivo legal se establece que “el que mata a otro por orden, encargo o acuerdo, con el propósito de obtener para sí o para otro un beneficio económico o de cualquier otra índole, será reprimido con pena privativa de libertad no menor de veinticinco años y con inhabilitación establecida en el numeral 6 del artículo 36, según corresponda”.
Las mismas penas se imponen a quien ordena, encarga, acuerda el sicariato o actúa como intermediario. Será reprimido con pena privativa de libertad, de cadena perpetua, si concurren otros agravantes, como cuando se utiliza a un menor de edad o las víctimas son dos o más personas.
El ministro del Interior, Avelino Guillén, acaba de proponer que la extorsión sea tipificada penalmente como “terrorismo extorsivo”, para que se pueda aplicar las máximas sanciones a los que cometan este delito. Nos parece bien, pero se debe empezar haciendo todos los esfuerzos para que se aplique la ley. Porque vemos que, hasta ahora, según informes periodísticos, los delincuentes entran y salen de las cárceles, mientras que los que se quedan, si tienen plata, viven a cuerpo de rey. Y si tienen recursos es porque siguen dirigiendo delitos entre rejas. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.