Opinión

Daño colateral de los polos opuestos

Por: Martín Valdivia Rodríguez

Un joven, Lucas Ghersi, ansioso de vitrinas y primeras planas, de aplausos en las teleplateas liberales, reta a debatir a otro no tan joven, Guillermo Bermejo, congresista oficialista de los más controversiales y desenfadados del ala radical de la izquierda. No es un Bobby Ramírez del Villar retando a un Carlos Malpica, o un Luis Bedoya Reyes sacando al fresco a un Javier Diez Canseco, otrora políticos de raigambre intelectual, no agitadores de plazuela. Es lo que tenemos. Es nuestra realidad política contemporánea.

Las ideas de Víctor Andrés Belaunde, Francisco Miró Quesada Cantuarias, José Carlos Mariátegui, Manuel González Prada y Víctor Raúl Haya de la Torre, quizá los ideólogos de mayor renombre en la historia intelectual y política del Perú, están ahí, con extractos parafraseados, descontextualizados y erróneamente aplicados.

Asistimos a una encarnizada guerra entre dos polos opuestos, la extrema derecha, con un personal de tropa cuyo pensamiento y acción linda con el fascismo (léase La Resistencia y otros colectivos) frente a una izquierda radical exacerbada, capaz de los más infantiles desatinos. Hasta Lenin se refirió a esta tendencia en su ensayo “La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo”. Han pasado más de cien años y esos berrinches persisten.

Estas dos orillas políticas, distantes en las ideas, pero que van al choque hasta por “quítame esta paja”, tienen al Gobierno en el centro, cargado con los “muertos y heridos” que se dan en las cruentas batallas. El ruido político y la incertidumbre son como un resorte que dispara el tipo de cambio, provoca la consiguiente alza de los precios de los productos de primera necesidad y atemoriza a los inversionistas. El resultado de esta “bomba molotov” es el crecimiento del desempleo, la pobreza, la desnutrición infantil y los otros problemas que, en medio de una pandemia como la actual, empeoran y cada día perjudican a más peruanos.

Ya en las calles, con desaforados ataques hasta contra actos culturales; ya en el Congreso, con estrategias políticas y herramientas constitucionales; o ya en el Ejecutivo, con nombramientos que se convierten en verdaderos búmeran que, por lo tanto, causan más perjuicios que beneficios, el país se encuentra en medio de una tempestad política. Es como “La tempestad en los Andes” de Luis E. Valcárcel (1927) trasladada a la Lima del 2021. Es menester, no solo por parte del presidente Castillo sino de todos los peruanos, incluidos los de la oposición, unir fuerzas para salir de esta tormenta. ¿Se puede, varón? Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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