Opinión

Con la puerta abierta

Por: Juan Carlos Liendo O’Connor

En política internacional, cada acción genera una reacción, y el gobierno de Donald Trump lo entendió bien cuando decidió declarar al crimen transnacional organizado como un problema de Seguridad Nacional. La estrategia es clara: cerrar fronteras, acelerar deportaciones masivas y establecer acuerdos bilaterales que obligaran a los países de la región a asumir una mayor responsabilidad en la contención de las organizaciones criminales. México, Colombia y Venezuela, centros de operaciones de los carteles de Sinaloa, las FARC y el Tren de Aragua, entre otros, enfrentan como amenaza su margen de maniobra en el eje Venezuela – Colombia – México -EE.UU., lo que inevitablemente genera un “efecto globo”: la presión en un lado hace que la expansión ocurra en otro.

¿Y a dónde irían estos grupos criminales? Hacia los territorios más débiles, los más desprotegidos, aquellos donde la seguridad es una ficción administrativa y la autoridad una broma de mal gusto. Y ahí es donde entra un imaginario país de los Andes donde el crimen organizado encuentra la alfombra roja extendida y la puerta no solo abierta, sino con un cartel que dice “Bienvenidos”.

Mientras el mundo se endurece contra las mafias el gobierno de este país imaginario vive en una realidad paralela. Sus líderes, con la compostura de anfitriones en una fiesta de té, celebran la “seguridad ciudadana” con estadísticas a medida mientras el hampa celebra con mas presencia.. Son los mismos que, con solemnidad casi británica, piden disculpas por escándalos grotescos como la entrega de alimentos podridos a niños, mientras los barrios son tomados por bandas criminales.

Lo más curioso –si es que algo puede causar curiosidad en este teatro del absurdo– es que se disponen a gastar decenas de millones en software de inteligencia. ¿Para qué? ¿Para luego despedir a quien hizo la compra en una Inteligencia que parece como irrelevante? ¿O para montar un espectáculo de vigilancia virtual mientras las calles quedan en manos del crimen?

Cada día, este país Andino es más indefenso, no por falta de recursos, sino por falta de carácter en quienes deben tomar decisiones. No hay una estrategia de seguridad real, solo persistentes simulacros de liderazgo. Mientras en EE.UU. y en otros países se toman medidas drásticas para enfrentar el crimen organizado, acá se practica el arte del naufrago optimista: hundiéndose lentamente, rodeado de tiburones, pero muy feliz porque está convencido de que la marea lo llevará a tierra firme.

El crimen ya está aquí. No viene, no amenaza, no acecha. Está instalado, creciendo, empoderado. Y cuando llegue la próxima crisis de seguridad, los políticos de turno pondrán cara de sorpresa, pedirán disculpas y, si la ocasión lo amerita, prometerán un nuevo anti virus para su computadora, mientras tanto, la puerta de su casa sigue abierta.

(*) Exdirector Nacional de Inteligencia.

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

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