Opinión

¿Cómo frenar a las barras bravas? (I)

Por: Martín Valdivia Rodríguez

El simple hecho de deslizar la posibilidad de prohibir el ingreso de público a los estadios para que los partidos se jueguen con las tribunas vacías, con el propósito de evitar hechos como el ocurrido el último sábado en Santa Anita, donde barristas de la “U” balearon a dos niños y dos adultos hinchas de Alianza Lima, demuestra que el Gobierno no tiene la menor idea de cómo solucionar el problema. Para empezar, la causa de esos ataques y enfrentamientos no es necesariamente el deporte, sino un fenómeno que tiene que ver con aspectos culturales, sociales y psicológicos, de buena o mala conducta, de traumas y de frustración que parten del seno familiar, del hogar.

¿Qué clase de asesores tendrá el Gobierno de Dina Boluarte que le han sugerido que ordene que los partidos se jueguen sin público? o en todo caso sin asistencia en las tribunales norte y sur de los estadios , como si ello fuera la solución al problema que viene de muchos años atrás. ¿O a algún ministro se le ocurrió semejante idea? No sería raro. Durante la pandemia del covid-19, por la inmovilización social y la prohibición de asistencia a todo tipo de espectáculo, los partidos de fútbol se jugaron sin hinchas en las graderías. Pero terminó la pandemia y volvieron los barristas a los estadios. ¿Esos meses de fútbol sin público en los estadios permitieron solucionar los enfrentamientos entre las barras bravas en las calles? De ninguna manera, pues los pandilleros volvieron con sus peleas con arma blanca o a balazos en las calles.

Un adolescente, un joven o un adulto —porque entre estos energúmenos también hay algunos viejonazos que se creen chiquillos— que tenga una buena educación y formación, de ninguna manera se va a meter a estas pandillas que se agrupan y organizan para agredir a los adeptos de los equipos contrarios. Un individuo bien formado no es tan débil como para permitir ser arrastrado por esas hordas. Hay que tener en claro que la educación se centra más en la adquisición de conocimientos, mientras que la formación tiene que ver con la cultivación de habilidades y la instauración de valores y normas de conducta. Así las cosas, la solución no está en cerrar los estadios al público.

Eso no quiere decir que no es necesario adoptar medidas restrictivas, de control y orden, tanto en los estadios como fuera de estos. Sí, es preciso tomar estas acciones y otras más drásticas, quizá, pero sin vulnerar libertades y derechos, para que las ONG defensoras de la violencia y la destrucción después no estén abogando con lágrimas en los ojos por los energúmenos. Los equipos de “profesionales” con que cuenta el Gobierno, de psicólogos, sociólogos, antropólogos… —y también los entendidos en fútbol— deben ponerse a trabajar en busca de una verdadera solución. Mañana continuamos…Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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