Opinión

Castillo, el Presidente, es un tigre de papel

Por: Ángel Delgado Silva

Cuando en el entresijo de marzo y abril del año que culmina, apareció cual inexplicable tromba reclutadora, por doquier y vértigo, de adhesiones electorales, los sorprendidos observadores advirtieron, desde temprano, el peligro de Castillo para el régimen democrático. Sus vínculos con el Movadef de Sendero Luminoso, desde la huelga magisterial del 2017 y la filiación marxista-leninista de Perú Libre, el partido político integrante del Foro de Sao Paulo, que lo acogió para los comicios generales del 2021, daban testimonio de ello. De modo objetivo y contundente.

Se avizoraba, entonces, una contienda feroz entre ideologías antagónicas, una lucha sin cuartel sobre políticas radicalmente opuestas, cuyo eje sería el cambio de las reglas básicas de nuestra Constitución histórica y republicana. Sin duda, esta siniestra estampa provocó de inmediato pánico, reflejado en mercados que dispararon sus precios y los que sacaron sus capitales del país. Mas se cumplió el aforismo del parto de los montes: no fue el flamígero dragón belicoso, sino un ratoncillo que, aunque vocinglero, no dejaba de ser roedor.

A los cien días gubernamentales todos los analistas destacaron la extrema incompetencia como el rasgo característico. No fueron las propuestas radicales ni las tentaciones comunistas las que ocuparon el centro del debate (a pesar que jamás se desvanecieron). Fueron la torpeza supina, el deambular errático, la incapacidad para armar un equipo de gobierno con visos mínimos de solvencia. Estos factores configuran un poder no ejercido, un desgobierno, una anarquía práctica, que ha paralizado al país y agudizado la precariedad de los más pobres. Justamente los que el Presidente dice representar. Por eso todas la encuestas, incluso las izquierdistas, registran un rechazo superior a su aprobación. Ésta apenas alcanza a un tercio de la población y en picada.

Como si no fuera ya una horrible desgracia, las últimas noticias del otrora luchador social, lo relacionan con graves actos de corrupción. No sólo la vergüenza por su íntimo Pacheco, el de las cuentas bancarias abultadas y los miles de dólares en inodoros. Son las reuniones clandestinas con proveedores del estado y lobistas de baja calaña, registradas por la prensa sin el sombrero rimbombante y con gorra malhechora. En política no existe mezcla más explosiva y denigrante que estulticia y rapacidad con el dinero público. Y esta indignación viene carburando una moción de vacancia que no tenía porvenir en el Congreso.

Nada de lo afirmado debe bajar la guardia democrática. La anarquía es tan letal como un régimen autoritario, pues disuelve los fundamentos republicanos sin que la oposición fije una diana a batir. Y porque en el seno de ese derrumbamiento general y desmoralización ciudadana, el extremismo totalitario anida y se nutre.

(*) Constitucionalista

(*) La empresa no se responsabiliza por los artículos firmados.

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba