Opinión

Bonos, repartijas y triquiñuelas

Por: Martín Valdivia Rodríguez

El Congreso de la República tiene una aprobación de apenas 4.1 % y su desaprobación está en 91.7 %, según la última encuesta de CPI. Hay encomiables esfuerzos de algunos parlamentarios por hacer las cosas bien y reducir ese nivel de impopularidad. Sin embargo, ya sea por ineficiencia o malas artes, otros hacen pasar a justos por pecadores y la imagen general del Parlamento sigue en picada. La entrega de bonos ilegales a personas que ya no trabajaban es otra sombra en el camino sinuoso del Poder Legislativo.

En enero pasado, una investigación de El Comercio dio a conocer que el Congreso había pagado más de 108 millones de soles en bonos durante 2 años y 5 meses. De ese monto, 33 millones 976 mil soles correspondían a la actual administración del Congreso, que en solo 5 meses había superado lo gastado por ese concepto en todo el periodo de la anterior gestión, 27 millones 342 mil soles. Después de 7 meses más, esa cifra debe haber aumentado considerablemente.

Y cómo no va a ser así si ahora se sabe que 87 exempleados del Congreso que ya no tienen vínculo laboral, recibieron bonos durante meses por un trabajo que nunca realizaron. El caso fue puesto al descubierto por el programa “Punto final” y el Congreso alega que se trata de un error administrativo.

Ese error involuntario o acto premeditado, el hecho tiene su origen en los nuevos mecanismos para reclutar personal en el Congreso. El economista, estratega político y exoficial del congreso José Cevasco, quien fue oficial mayor del Congreso, recuerda que antiguamente los cargos en el Parlamento no se otorgaban a dedo y por amiguismo, sino por línea de carrera, es decir, valorando los méritos.

Resulta que, como lo explica el mismo Cevasco, desde que el Congreso no hay una mayoría parlamentaria, los presidentes de turno, para lograr estabilidad y respaldo, crearon las vicepresidencias. Este nuevo mecanismo les permite gestar alianzas con repartijas de cargos.

Antiguamente, los funcionarios parlamentarios eran estables y los jefes pertenecían al personal de carrera del Congreso, pero eso ya no sucede en estos tiempos porque los puestos claves son ocupados por designación política. En la actualidad aún hay empleados estables con experiencia, pero no se les da la oportunidad de asumir jefaturas en virtud de la meritocracia, pues los cargos son cubiertos por amigos y allegados.

De tal manera que el problema está en las repartijas, el intercambio de favores o el trueque político. Ojalá los congresistas honestos, decentes y capaces, que sí los hay, puedan algún día desterrar estas triquiñuelas. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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