Opinión

Acerca de la tenaz vocación autodestructiva del Congreso de la República

Por: Ángel Delgado Silva

¡Jamás nos sumaremos a la grita destemplada y cerril contra el Parlamento Nacional, la moda en estos tiempos! Estas líneas tienen otro propósito, muy ajeno a la diatriba facilista e irresponsable. Es una crítica muy dura, sin duda, contra la actuación práctica coyuntural de una entidad que concebimos como el principal baluarte de la democracia representativa.

Por eso, distingue y no confunde, el reproche a las conductas políticas erráticas, del respaldo a la función congresal en sí; la cual controla el proceder gubernamental y sostiene el necesario equilibrio de poderes. A diferencia del radicalismo izquierdista que combate al Congreso en cuanto tal, nosotros lo defendemos institucionalmente, porque ausente, proscrito o maniatado éste, el discurso republicano y democrático es una broma amarga.

Hace tres meses, la representación nacional resolvió la aguda crisis política a su favor. Con ayuda del presidente, torpe hasta el final, lo vacó del cargo, poniéndolo bajo los poderes jurisdiccionales. A continuación, tomó juramento a la vicepresidente Dina Boluarte, cerrando un lastimoso ciclo político. La ciudadanía volvió a respirar. Las angustias y los temores vigentes, se fueron disipando. Una fotografía triunfante de los congresistas que más pugnaron por la vacancia, dio testimonió elocuente de ese clima apoteósico.

¡Claro, siempre será malo cantar victoria antes de tiempo!. Sin embargo, es menester explicar cómo un panorama esperanzador para la democracia peruana aparece cubierto de los más negros nubarrones. ¿Cómo estalló esta tormenta que nos arroja, nuevamente, a los lindes del desastre?.

Era previsible que los extremistas que llegaron con Castillo al poder, no quisieran soltarlo. Y con sus fuerzas acumuladas más el amparo político del Foro de Sao Pablo, declararan una guerra al Perú, que aún subsiste. El gobierno lo supo, pero atravesado por sus contradicciones vaciló una y otra vez. No conjuró el peligro extinguiendo las llamas iniciales. Más bien, dejó que el fuego violentista creciera impunemente, siendo hoy un incendio portentoso

Por su parte, el Congreso, se abocó al adelanto del cronograma electoral. Más allá del dictado constitucional, era una buena idea para asegurar una salida democrática a la crisis provocada por el castillismo. Sin embargo, los congresistas de éste, la frustraron al exigir, previamente, un referéndum constituyente. Sin sus votos será imposible reformar la Constitución para lograrlo. Y aunque obvio, las bancadas democráticas se han entercado en tal empeño. Amedrentados por la violencia subversiva creen aplacarla con elecciones adelantadas, negando la evidencia. Han asumido la responsabilidad del Gobierno, devaluándose junto a él, en lugar de tomar distancia con miras al futuro. Hemos perdido la cuenta de los intentos fallidos, pero no de la estulticia acumulada, que suena a burla, gracias a esta vehemencia insensata.

(*) Exconstitucionalista.

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

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