Opinión

La nueva república

Cercanos a las elecciones de 2026, ¿cómo concebimos un Estado ideal, realmente democrático y plural en nuestras sociedades?

Intentemos una hipótesis: Francis Fukuyama es un politólogo norteamericano que utiliza la vertiente liberal clásica en su libro “La construcción del Estado”, utilizando recursos importantes de Hayek, Bastiat, y Ludwig von Mises, aportando una sólida alternativa para luchar no solo contra la corrupción imperante en los Estados latinoamericanos de última generación, sino también para articular políticas públicas para la gran reforma nacional como el adelgazamiento de un Estado elefantiásico, fracasado, ineficiente, parasitario, burocrático y ocioso. Fumigarlo de ladrones de cuello y corbata, (presidentes rateros incluidos) y reformarlo en un ente eficaz, virtuoso y generador de riqueza, ágil y verdadero servidor de la nación.

¿Será posible tanta belleza? ¿Se podría aplicar este neosistema en una democracia como la peruana con altísimos grados de autodestrucción y discrepancia ideológica?

Veamos algunos ejemplos: la Constitución americana de 1787 es la Opus Magna de la política internacional. Nunca se cambió de Constitución. Solo se realizaron enmiendas que la perfeccionaban, la contemporizaban y le daban mayor lustre, dentro de un marco instrumental-legal, más eficiente y moderno. Establece claramente la separación de poderes, las libertades individuales y los límites del Gobierno sobre la vida de los pueblos. Tiene, a través de su historia, la implantación de un Gobierno limitado, que cumple eficientemente funciones no sólo en el mercado, sino que apuntala un Gobierno eficaz. Un Estado ligero y transparente.

Argumenta Fukuyama que, a menor Estado, será mejor fiscalizado, habrá menos impuestos antitécnicos y confiscatorios y, por consiguiente, habrá más riqueza y prosperidad para la gente y menos corrupción sistemática o premeditada.

A ello, podemos complementar en esta gran reforma para el Perú, los principales propósitos del Estado, según Juan Calvino, que son la promoción de la libertad, la justicia civil y la equidad. Para lograrlo, se necesita aplicar la división jeffersoniana de los tres poderes con robusta independencia, separar la Iglesia del Estado, consolidar la libertad de expresión y apuntalar una democracia representativa pero inteligente, evitando postulaciones electorales de fascistas o dementes que cautivan a los cautivables con promesas falsas y poco intelecto.

No puede haber reforma electoral sin transformación integral del Estado en su conjunto. La reforma es total, no por partes. Incluye, expulsar las ONG comunistas y progresistas y educación desde cero con principios que no se puedan negociar. La democracia: representativa, pero culturalmente liderada por los mejores, y los partidos políticos convocando a los profesionales más honestos para encumbrarlos en los mejores puestos. Y eso parte también del factor humano que operará esas instancias del poder político. Gente íntegra en el aparato estatal peruano, que marque diferencia y pueda intentar convertir al Perú en Estado Nación, país próspero y libre de putrefacción que afecte a la clase media, a los más pobres y a la nación en general. El Estado ideal se construye con formato ideal, con gente ideal y democracia real, para todos. ¿Si Bukele lo logró y Milei está en ese camino, por qué no el Perú?

(*) Analista político.

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

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