
Hablemos a calzón quitao. Los sistemas de abastecimiento de agua potable – en todo el país – son un fracaso estrepitoso. Lo mismo sucede con los sistemas de tratamiento de aguas servidas.
Los sistemas de limpieza pública – o recojo de basura – también son un fracaso. Los sistemas de tratamiento de residuos sólidos… peor. Por ello vivimos rodeados de moscas y ratas.
El tráfico vehicular es otro fracaso. Congestión vehicular, contaminación ambiental, ruidos molestos, inseguridad vial… no hay un solo indicador favorable a este respecto.
Y lo mismo se puede decir de los sistemas de planificación y desarrollo urbano. Invasiones de tierras promovidas por funcionarios corruptos.
Autoconstrucción generalizada… sin ningún criterio urbanístico. Agua en cisternas. ¿Desagüe?… ¿qué es eso? Desorden total. El urbanismo en el Perú es otro fracaso estrepitoso. Pero eso no es todo. La corrupción enquistada en casi todas las instituciones encargadas de emitir licencias o permisos se ha vuelto endémica. Me refiero a las licencias de construcción, licencias de funcionamiento, brevetes, licencias de circulación… y todas las demás.
Gobiernos locales y regionales, y gobierno central… todos tienen vela en este entierro.
Los procesos de compras y contrataciones en el Estado son una raya más al tigre. Incluso las contrataciones de personal. Ese tango lo bailan empresarios privados – contratistas, consultores, proveedores, etc. – en pareja con funcionarios corruptos del Estado.
En materia laboral… aquel ominoso 70, 75, 80% de informalidad lo dice todo. Seamos sinceros. La Legislación Laboral peruana es otro fracaso estrepitoso.
Y la lista continúa. La salud pública es un fracaso estrepitoso. El Congreso de la República… ¿qué quieren que les diga? Compra / venta de votos (léase Niños obedientes). Transfuguismo por doquier. Mocha sueldos. Come pollos…
Por otro lado, el Sistema Nacional de Justicia – primero, después de los audios de los Cuellos Blancos del Puerto, y recientemente, con los mensajes por WhatsApp de “El Filósofo” – ha quedado reducido a escombros. Y ¿las universidades bamba? Aquellas que – en vez de instituciones académicas – más parecen impresoras de títulos en serie. He ahí más fracasos estrepitosos. Simplificar y digitalizar – al máximo – todos los trámites y procesos de emisión de licencias. Depurar y racionalizar – al máximo – la maraña burocrática del Estado. Eliminar instituciones públicas que no sirven para nada… sobre todo ministerios y municipios distritales. La meritocracia debe primar en todos los procesos de contratación de funcionarios públicos.
Hay que evaluar a los estudiantes graduados de todas las universidades del país. Así, la estafa de las universidades bamba quedaría desenmascarada.
Hay que evaluar – académica y sicológicamente – a todos los jueces y fiscales del país. Y los desaprobados… ¡fuera! No queda otra. Acabar con el fracaso estrepitoso del Estado. Acabar con la pleitesía al dios soborno. ¡Esa es la idea!
(*) Exgobernador regional de Ica
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