
El 6 de junio, Perú elegirá a su nuevo presidente. En el caso de nuestro país, eso de nuevo en realidad no es muy novedoso, pues en cerca de cinco años hemos tenido cuatro mandatarios y desde el 9 de noviembre del 2020, un total de tres. Sin embargo, el presente escenario sí es nuevo y lleno de desafíos. Los dos candidatos presidenciales que pasaron a la segunda vuelta nos enfrentan, nuevamente, ante el ‘mal menor’ y dos opciones muy polarizadas y con un respaldo popular tan reducido que no garantiza legitimidad.
En primero lugar tenemos a Pedro Castillo, de Perú Libre, un maestro de escuela, sindicalista, de ideología socialista y posiciones de izquierda radical. Su partido, que se autodefine como marxista, leninista y mariateguista, es blanco de acusaciones de cercanía con Venezuela, Cuba e incluso con Sendero Luminoso.
El presidente de Perú Libre, Vladimir Cerrón, un médico formado en Cuba, en agosto del 2019 fue sentenciado a 4 años y 8 meses de prisión efectiva tras ser hallado responsable de los delitos de negociación incompatible y aprovechamiento del cargo en agravio del Estado durante la gestión de una obra de saneamiento en La Oroya, en su primer mandato al frente del Gobierno Regional de Junín. El Quinto Juzgado Anticorrupción de Junín, además, dispuso su inhabilitación en el cargo por el periodo de un año y un pago de 850 mil soles como reparación civil.
Por su parte, Keiko Fujimori, de Fuerza Popular, intenta por tercera vez llegar a la Presidencia. En las dos oportunidades anteriores estuvo muy cerca, pues también pasó a la segunda vuelta. La propuesta del fujimorismo es conservadora en el plano moral, pero liberal en el económico. La hija del expresidente Alberto Fujimori propone mano dura contra la delincuencia, pero también indultar a su padre, quien se encuentra cumpliendo una condena. Ella misma está inmersa en un proceso judicial en su contra, acusada de lavado de activos, crimen organizado, obstrucción de la justicia y falsa declaración. De ganar la presidencia, quedaría legalmente protegida por la inmunidad.
Así las cosas, ambas opciones, por sus características y antecedentes, polarizan aún más a los peruanos, considerando sus polos opuestos de derecha-izquierda, fujimorismo-antifujimorismo y Lima-provincias. Según la última encuesta de Ipsos, Castillo tiene un antivoto de 33% y Fujimori de 55%. En las elecciones del 11 de abril, la suma de los votos de ambos apenas pasó del 32%, lo que significa que más del 67% de los electores no los respalda.
Además, el 18,65% de los ciudadanos estuvo en el rubro ‘blancos y nulos’, mientras que el ausentismo fue de 29.95%. Si le agregamos a todo eso que ninguno de los candidatos tendrá mayoría en el Congreso, el próximo gobierno será muy débil y de escasa representatividad.