
Los primeros y segundos vicepresidentes que han pasado por Palacio de Gobierno casi nunca tuvieron relevancia por sus gestiones o buena labor. Siembre fueron figuras intrascendentes, a veces decorativas, carentes de protagonismo, salvo Martín Vizcarra, quien no tuvo empacho en participar en lo que muchos consideran una traición contra Pedro Pablo Kuczynsnki, quien lo tenía como embajador del Perú en Canadá.
Lejos están los tiempos en que los vicepresidentes eran políticos de estirpe, como Fernando Schwalb López-Aldana y Javier Alva Orlandini, en el segundo gobierno de Fernando Belaunde. O Luis Alberto Sánchez y Luis Alva Castro, en el primer régimen de Alan García. El quiebre, motivado por el recelo político, empezó justamente en el periodo de 1985-1990, cuando al interior del Apra había una pugna entre García y Alva Castro. Allí nacieron los ‘alvistas’ y los ‘alanistas’.
Fue durante el primer gobierno de Alberto Fujimori (1990) cuando el desprecio y la marginación contra un vicepresidente cobraron mayor dimensión. Vladimiro Montesinos, asesor de Fujimori, se burlaba de Máximo San Román, a quien describía como un hombre poco inteligente que para lo único que servía era para preparar los panes con salame como aperitivos en las reuniones palaciegas.
Con Ricardo Márquez y Francisco Tudela, vicepresidentes en los gobiernos que Fujimori inició en 1995 y el 2000, la fiesta se mantuvo en paz. Aunque Márquez hacía su propio camino como promotor de la micro y mediana empresas, mientras que Tudela realizaba lo suyo en el Congreso.
En el gobierno de Toledo (2006-2011), Raúl Diez Canseco renunció a la primera vicepresidencia en medio de un escándalo en el que fue acusado de otorgar presuntos favores a su entonces novia y dos primos de esta. David Waisman, que ocupaba la otra plaza, trataba de corregir a Toledo y se ganó la enemistad de Eliane Karp, la esposa de este. Waisman llegó a calificar a Toledo como “un mentiroso pertinaz”.
Si bien con el vicealmirante Luis Giampietri, primer vicepresidente desde el 2006, Alan García no tuvo problemas, Lourdes Mendoza del Solar, la segunda, fue mantenida en el absoluto ostracismo, sin posibilidades de hacerse notar.
En el gobierno de Ollanta Humala, que empezó en el 2011, Marisol Espinoza, la primera vicepresidenta, renunció al Partido Nacionalista y se fue a APP, mientras que Omar Chehade hizo lo propio al verse envuelto en un escándalo.
El que sí sacó provecho personal, si se le puede llamar de esa manera, fue Martín Vizcarra, exiliado en Canadá tras el escándalo por el aeropuerto de Chinchero. Cuando su salida de Palacio de Gobierno era inminente, Kuczynski y Mercedes Aráoz le exigían a Vizcarra que diga si iba a renunciar o no a su cargo como primer vicepresidente de la República. Y es que, si Vizcarra dimitía, el fujimorismo hubiera quedado en jaque, pues Luis Galarreta, entonces titular del Congreso, tendría que haber llamado a elecciones generales. Vizcarra decidió volver al Perú para asumir el mando en reemplazo del vapuleado PPK. Al final fue destituido del cargo.