Opinión

Ya no hay debates políticos

Por: Martín Valdivia Rodríguez

Los debates políticos, lamentablemente, están pasando a la historia. Se erigían como eventos claves y hasta decisivos en el proceso político. Hasta hace algunas décadas, los debates políticos eran episodios fundamentales en la toma de decisiones de gobierno o de las agrupaciones políticas, así como también en la población, especialmente si se daban en campañas electorales y si eran televisados. Eran la posible solución a las más difíciles coyunturas políticas. Hoy ya no es así.

El último debate de relevancia en el Perú fue el que se realizó días antes de las elecciones municipales de Lima Metropolitana. Ese debate fue de tan bajo nivel que, según los analistas políticos, ninguno de los favoritos ganó votos y más bien perdieron electores debido a sus deficientes exposiciones. Algunos de los candidatos sin chances de ganar, más bien, pese a sus limitaciones retóricas y la debilidad de sus propuestas, sumaron algunos votos de electores decepcionados por los favoritos.

Tiene razón el analista Hernán Chaparro cuando dice que, si la política existiera en nuestro país, tendríamos debates o propuestas sobre temas importantes. Según él, ya no hay debates políticos, pues estamos enfrascados en debates de derechos penales y buena parte de la discusión termina ahí, donde el afán es “cómo hago para ganarle al otro como sea”.

Antaño, era una experiencia aleccionadora y una fuente de inspiración y motivación escuchar los debates de Víctor Raúl Haya de la Torre, Ramiro Prialé, Luis Alberto Sánchez, Carlos Enrique Melgar, Fernando Belaunde, Luis Bedoya Reyes y Roberto Ramírez del Villar, por un lado; y de Carlos Malpica, Jorge del Prado, Javier Diez Canseco, Nicolás Linch, Ricardo Letts y Manuel Dammert, por otro. La derecha y la izquierda, con sus errores y aciertos, pero bien representadas. O los debates de Alan García con cualquier otro rival. O los de Vargas Llosa y Fujimori. O incluso los de Luis Castañeda y Alberto Andrade.

Desde el primer debate televisado en el mundo, entre Richard Nixon y John F. Kennedy, en 1960, ha corrido mucha agua bajo el puente. En nuestro país, el declive es evidente cuando asistimos a las sesiones plenarias del Congreso. La mayoría de los legisladores, sin conocimiento ni argumentos, se enredan en sus propias palabras, como esos jugadores de fútbol que se marcan solos. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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