
El 16 de mayo de 2025, un tribunal danés dictó la primera condena bajo la “Ley del Corán”, aprobada en 2023, multando al político de derecha Rasmus Paludan con 1,300 euros por destruir copias del Corán. Este fallo no protege la seguridad, como argumenta el gobierno, sino que erosiona la libertad de expresión, pilar de Occidente, cediendo ante presiones islamistas y amenazando los valores seculares.
La ley prohíbe el “trato indebido” de textos religiosos, con penas de hasta dos años de prisión y multas. Surgió tras quemas públicas del Corán en Dinamarca y Suecia, que desataron protestas en países musulmanes y amenazas extremistas. Desde julio de 2023, más de 150 ediciones del Corán fueron quemados, lo que llevó al gobierno danés a justificar la ley como una medida para evitar conflictos internacionales. Sin embargo, esta legislación marca un retroceso alarmante. Dinamarca, que en 2017 eliminó su ley contra la blasfemia para reforzar la libertad de expresión, ahora reintroduce restricciones que priorizan la protección de un texto sobre los derechos individuales.
Lo cierto es que la “Ley del Corán” es una capitulación ante las demandas de países musulmanes como Turquía e Irak, que presionaron por castigos, y grupos como Al Qaeda, que incitaron a la “venganza”. La condena de Paludan, líder de Stram Kurs, envía un mensaje peligroso: las sensibilidades de una minoría pueden imponerse sobre la ley. Esto alimenta la narrativa de un “avance musulmán”, donde los valores islámicos ganan terreno en sociedades seculares, configurando el “suicidio cultural” de Occidente.
Los defensores, como el ministro de Justicia Peter Hummelgaard, argumentan que la ley previene el odio y protege la seguridad, comparando la quema de textos sagrados con insultos a símbolos nacionales. Pero estos argumentos son débiles. La libertad de expresión incluye el derecho a ofender, y ceder ante amenazas solo invita a más demandas. La ley no aborda la integración de comunidades que rechazan los valores occidentales.
El fallo establece un precedente preocupante. Si hoy se castiga destruir un Corán, ¿seguirán las críticas al islam bajo el pretexto de “islamofobia”? La ley, aunque abarca otros textos religiosos, parece responder específicamente al Corán, lo que sugiere favoritismo y podría exacerbar tensiones. ¿Se aplicará igual a la profanación de una Biblia? La ausencia de casos similares levanta dudas.
La solución, es defender la libertad, no restringirla. Dinamarca debió reafirmar su compromiso con los derechos individuales frente a presiones externas. La integración de musulmanes, requiere priorizar la lealtad al estado que los acoge. Esto demanda valentía, no concesiones.
La condena de Paludan no es una victoria contra el odio, sino una derrota para la libertad. Es un síntoma de la lucha por el alma de Occidente, donde la “Ley del Corán” socava los principios de la democracia. Ignorar las ideas intolerantes es ignorar el problema de raíz. Dinamarca debe reconsiderar su rumbo y reafirmar los valores que hicieron de Europa un faro de libertad. La batalla por Occidente exige despertar antes de que sea tarde.
(*) Analista político.
* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados