Opinión

Tiempos de fake news y posverdad (II)

Por: Martín Valdivia Rodríguez

Nos referíamos ayer a los fake news y la posverdad, pero nos faltó espacio para abordar un tema tan interesante para el periodismo, que está sufriendo grandes cambios al compás de los avances tecnológicos. La búsqueda de información objetiva y veraz es la única garantía de credibilidad, más aún en estas épocas electorales en las que abundan medias verdades, noticias falsas, desinformación y mentiras. Veíamos cómo la muerte del rondero ayacuchano Sacarías Meneses causada por una cirrosis hepática en un hospital de Lima fue atribuida a una golpiza callejera y hasta se acusaba de asesinato, con nombre y fotografía, a un hombre que en realidad era inocente.

Ese es el riesgo de las redes sociales, que han hecho “patinar”, como le llamamos en el argot periodístico a más de un profesional dedicado a esta carrera. A raíz del terremoto del 2007, un conocido periodista radial, que destaca precisamente por su objetividad y profundidad analítica, difundió como primicia una información de Twitter y resultó que no era verdad. Con hidalguía, el colega hizo la rectificación y prometió nunca más fiarse de un dato extraído de las redes sociales.

Debido a la inmediatez, el acceso a redes sociales y a tecnologías de la información, cada vez se hace más fácil que una persona, no necesariamente periodista, publique contenidos sin importar que estos sean certeros y de calidad, lo que contribuye a crear mentiras legitimadas.

Debemos dejar en claro, eso sí, que un fake news puede ser una noticia falsa dada como verdad porque el emisor lo desconoce y no tiene la intención de mentir. En la posverdad, en cambio, el informante crea una mentira para sacar provecho de ella. Es por eso que la posverdad también es conocida como “el arte de la manipulación de masas”.

Los periodistas, por nuestra inherente misión de dar a conocer hechos verdaderos, estamos obligados a confirmar las informaciones a través de una serie de mecanismos que utilizan como instrumento lo que denominamos fuente fidedigna. Además, los periodistas responsables nos regimos por determinados códigos de ética o principios deontológicos que nos permiten tener como consigna la verdad. La objetividad y la veracidad constituyen, precisamente, el binomio que hace posible que la prensa escrita les lleve la delantera a las redes sociales y otros medios digitales en lo que concierne a credibilidad. Por eso, el lema de La Noticia es: “Los tiempos cambian, la verdad, no”. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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