
Los que profesamos el cristianismo, en cualquiera de sus diferentes credos religiosos, vivimos la llamada Semana Santa como días de recogimiento, reflexión y oración, al recordar la vida, pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo. Este período está precedido por el denominado Tiempo de Cuaresma, que inicia con el Domingo de Ramos y concluye con el Domingo de Resurrección.
Desde tiempos antiguos, durante el Jueves Santo, se recorrían las llamadas “estaciones” en diversas iglesias, conmemorando las paradas del Cristo Redentor hasta su crucifixión. El Viernes Santo se escuchaba y meditaba el “Sermón de las tres horas”, mientras que el Sábado Santo, hasta llegar al Domingo Pascual, las visitas a basílicas, iglesias y capillas continuaban como parte del fervor religioso.
Antiguamente, en estos días las mujeres vestían de riguroso luto con mantilla, mientras que los hombres llevaban traje negro o, en su defecto, un brazalete del mismo color o un cintillo negro en la solapa del saco. Esta costumbre aún subsiste en muchas ciudades del Ande peruano. La música que se escuchaba en las radios era música sacra o música clásica, y en los primeros años de la televisión solo se transmitían películas sobre la vida de Jesús, los santos o acontecimientos históricos de aquella época. Lo mismo ocurría en las salas cinematográficas.
Con el paso del tiempo, estas tradiciones se han ido flexibilizando, hasta llegar a nuestros días, en los que poco se conserva de ellas. Esto puede ser entendible, pero lo que no lo es, es la falta de respeto de muchas personas hacia quienes aún practican las costumbres de antaño en la Semana Santa, incluso sin las vestimentas formales de otras épocas, pero sí con las actividades religiosas que marcan estos días.
En un país mayoritariamente cristiano, lo mínimo que se puede exigir a quienes no lo son, o a quienes, siéndolo, no son practicantes, es respeto y compostura, evitando festejos mundanos con música bailable a altísimos volúmenes. Como dice el antiguo aforismo: “Respetos guardan respetos”.
Esas mismas personas, si estuviesen en un país musulmán, no se atreverían a hacer lo que practican en Semana Santa durante los días del Ramadán.
Si desean celebrar, bien pueden esperar al Domingo de Pascua, que representa la alegría por la Resurrección del Señor. Pero no deberían incomodar en los días previos a quienes desean cumplir con los preceptos y celebraciones religiosas.
Aprovechando la ocasión, cabe mencionar otro atentado, no solo contra el buen gusto, sino también contra la tranquilidad de quienes veranean en nuestros balnearios. En muchos malecones, visitantes recorren el lugar con radios o celulares reproduciendo música a todo volumen, perturbando la paz de los residentes y turistas que buscan disfrutar momentos de sosiego. Si desean escuchar música, deberían hacerlo con baja intensidad o mediante auriculares, evitando molestar al vecindario.
La lectura del Manual de Carreño debería ser una obligación escolar.
(*) Expresidente del Consejo de Ministros.
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