Opinión

Racismo, incas y cultura Moche (II)

Por: Martín Valdivia Rodríguez

Decíamos que la boda de la hija de Alfredo Barnechea puso sobre el tapete un problema muy antiguo: el racismo. Nos quedamos en el desliz que cometió el presidente argentino, Alberto Fernández, al citar una parte de la canción “Los argentinos llegamos de los barcos”, del cantante de rock Lito Nebbia, pero se la atribuyó al escritor Octavio Paz.

La frase mal dicha por Alberto Fernández causó indignación en Brasil y México. Jair Bolsonaro publicó en sus redes sociales una foto donde aparece rodeado de indios y con la palabra “¡Selva!”. Su hijo fue más allá y escribió: “El único barco que se está hundiendo es el de Argentina”.

En realidad, en Brasil ni México tuvieron razón para ofenderse, pues si en realidad hay americanismo y orgullo por lo nuestro, venir de los indios o de la selva tendría que ser más bien motivo de orgullo. Los verdaderos ofendidos debieron ser los indios argentinos, los descendientes de los coyas y los incas —allí está el Camino del Inca, desde la provincia de Salta hasta Mendoza, y el quechua, que aún se habla en algunas zonas del país de Fernández, como testimonio histórico—, pues el presidente dio a entender que cuando los europeos llegaron lo que hoy es su país no encontraron a nadie.

Sobre esto, la historia es clara. Entre 1881 y 1914, el momento de la explosión migratoria, Argentina recibió más de cuatro millones de extranjeros, entre ellos dos millones de italianos y 1.4 de españoles. Sin embargo, antes de la llegada de los primeros europeos, en el siglo XVI, el país ya estaba habitado y aún hoy, según los últimos censos, el país cuenta con más de un millón de indígenas.

En el Perú se da un caso singular que demuestra esta contradicción en la cuestión de identidad nacional, indigenismo, nacionalismo americanismo, etc. En nuestro país hay muchos peruanos que dicen ser orgullosos del Tawantinsuyo y defienden el legado inca a capa y espada, pero cuando alguien observa en ellos algunos rasgos indígenas, se dan por ofendidos y dicen que tienen sangre española.

La boda de la hija de Barnechea con el hijo de los condes de Fuenteblanca, que tocó las sensibles fibras del antirracismo, tuvo resonancia internacional. El diario El País de España la describió de esta manera: “Un espectáculo de esclavos ambienta la boda entre un aristócrata español y la hija de un político peruano. La marcha nupcial estuvo acompañada de bailarines que simulaban trabajos forzados y mujeres vestidas de indígenas como escenografía”. Es cierto, fue un desatino, aunque en el fondo no haya habido intención de añorar los tiempos de la Colonia, pero hay que reconocer, también, que en las posturas antirracistas hay mucho desconocimiento e hipocresía. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

Related Articles

Agregue un comentario

Su dirección de correo no se hará público. Los campos requeridos están marcados *

Back to top button