Opinión

¿Quiénes son los terroristas? (I)

Por: Martín Valdivia Rodríguez

Juliaca, una de las principales ciudades de la provincia puneña de San Román, fue escenario de un baño de sangre. Más de 10 mil personas marchaban por las calles en protesta contra lo de siempre, el Gobierno. De pronto, alrededor de 2 mil manifestantes tomaron la delantera y se dirigieron hacia el aeropuerto con la intención de tomarlo. Atacaron con armas hechizas, hondas, huaracas o a pedrada limpia. La terrible jornada de violencia, que terminó con un triste saldo, permitió comprobar dos cosas. La primera, que no todos los que protestan son vándalos manipulados o contratados por los grupos de poder económico con tentáculos políticos que azuzan la violencia para beneficio propio.

La segunda, que el uso de las armas de fuego, por parte de las fuerzas del orden, puede no ser una buena idea ante este tipo de situaciones.

Es necesario separar la paja del grano. En el fragor de la lucha, aproximadamente 8 mil manifestantes optaron por replegarse, alejarse del aeropuerto o marcharse, pues lo que ellos querían era protestar de manera pacífica, con sus arengas, sus carteles, cacerolazos y plantones frente a locales públicos para hacer sentir su voz. A ellos no se les puede calificar de vándalos, violentistas ni terroristas. Son gente del pueblo que ejerce libremente un derecho contemplado por la ley. Quienes los terruquean se equivocan, los calumnian y los difaman.

De los 2 mil puneños que arremetieron contra el aeropuerto, no todos eran infiltrados, vándalos adiestrados por camarillas políticas y tal vez financiados por grupos de poder económico. Muchos actuaron por la euforia, ese espíritu de rebeldía que se contagia en las acciones de protesta en busca de justicia. No todos tenían la intención de destruir, agredir y matar, pero muchos fueron usados como carne de cañón. Tal vez eso ocurrió con el adolescente de 17 años que figura entre las víctimas mortales.

La turba que se dirigió a tomar las instalaciones del aeropuerto estaba formada por los otros, los digitados, los entrenados para la violencia, los profesionales del vandalismo. Esos que en minutos preparan una bomba molotov con gasolina y aserrín en una botella. Expertos en hacer armas hechizas, caseras o artesanales con un trozo de madera, un tubo y otras piezas de metal para simular el gatillo y el percutor. Con una de estas armas, tal vez, mataron al médico voluntario que, irónicamente, trataba de salvarles la vida a los vándalos heridos. Un crimen sin nombre. Mañana continuamos.

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