Opinión

Publicidad para el vóley

Por: César Picciotti

La semana pasada hablábamos de la manera cómo el voleibol nacional en su conjunto podía levantar cabeza. Decíamos que la gestión deportiva era el cimiento sobre el cual debía construirse la gran torre del desarrollo que este deporte tradicional merece. Pero esa es apenas una de las cuatro patas de esta gran mesa deportiva en la que todos deberíamos estar invitados.

Esa segunda “pata” es el apoyo que la empresa privada debe impulsar en la promoción de este deporte. Sabemos que las inversiones publicitarias apuntan a ganador, disparando allí donde consideran que su “target” les asegure exposición y retorno de lo invertido. Eso es cierto. Pero también es verdad que dentro de sus planes publicitarios deberían considerar el apoyo, si se quiere, social y comprometido, hacia una disciplina que, como el voleibol, trajo más de una alegría a nuestro país.

Nos consta que los clubes que participan en el Liga Nacional Superior de Voleibol (LNSV) tocan decenas de puertas de empresas que sólo tienen un NO como respuesta. Un NO porque consideran que el voleibol no es atractivo para su “posicionamiento”. Un NO porque creen que apostar por este deporte es gastar pólvora en gallinazo y que muy poco contribuiría a sus planes de marketing.

Esa dejadez y apatía de las empresas se puede explicar por los magros resultados de nuestras selecciones a nivel internacional, tanto en varones como en damas. El voleibol femenino pasó de ser una potencia a nivel sudamericano a ocupar el cuarto lugar después de Brasil, Argentina y Colombia, amenazado ahora por una selección chilena que quiere arrebatarnos también ese lugar.

Hasta allí podríamos entender la rígida posición de las pautas publicitarias, pero de allí a tener un cierrapuertas masivo, da que pensar. En países vecinos como Brasil, Argentina y hasta el propio Chile, las empresas invierten en vóley. Tenemos sana envidia al ver torneos de otros países plagados de publicidad en pisos, tribunas, camisetas, nets y hasta torres de arbitraje. Sí, son torneos de países exitosos, donde los triunfos son el pan de cada día, pero debemos de empezar por algo, debemos de empujar el carro sin motor y cuesta arriba.

Ese debe ser el compromiso de la empresa privada y, si no la ven como publicidad, al menos que la consideren como parte de sus planes de Responsabilidad Social. Es decir, promocionando una actividad deportiva que rompa con el círculo vicioso tipo “no hay triunfos-no pongo plata- torneos pobres – no hay triunfos”.

Imaginemos una Fundación Pro Voley liderado, por ejemplo, por las mineras u otras actividades económicas. Una fundación que construya centros de alto rendimiento en Lima y provincias, donde invite a sus pares a invertir en la LNSV y en las selecciones nacionales. ¿Estoy soñando?, puede ser. Prefiero ser un pequeño Martin Luther King (“Yo tengo un sueño”) a quedarme con los brazos cruzados. Empecemos ahora, empresa privada… nunca es tarde.

(*) Periodista y dirigente deportivo

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

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