
Dice el aforismo que “No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista”. Esto viene a la mente cuando ha pasado más de un año desde que se le ubicó en Wuhan el coronavirus en su versión COVID 19 y, comenzó a exparcirse por todo el Globo, habiéndose dispuesto en infinidad de países “cuarentenas” y limitaciones al tránsito de personas y vehículos.
El algún momento se doblegará al virus y, en algún momento también se irán reduciendo las restricciones, en ánimo de llegar hasta la normalidad, aunque sabiendo que la pandemia nos pasa factura, no solamente por el contagio y la pérdida de vidas, lo que es inexorable, aunque muy penoso, sino también por las consecuencias económicas.
El país, como muchos otros, está parado, difícil será irnos recuperando e ir alcanzando los volúmenes y precios de nuestras exportaciones, a las que estábamos acostumbrados, lo que nos tiene que llevar a promover el consumo interno, entre otras medidas que son los economistas con solvencia técnica, los que pueden recomendarlas.
El tema no es fácil como ya lo hemos experimentado en otros tiempos, pues en la concepción generalizada, se tenía como cierto que lo extranjero era mejor que lo nacional. Para revertir dicho errático pensamiento, que se consideraba casi axiomático, en el devenir de los tiempos se tuvieron que hacer infinidad de campañas para que se consumieran bienes y servicios de factura nacional.
Dentro de las campañas mediáticas y de toma de conciencia que recuerda el autor de esta nota, se encuentra una de hace décadas que rezaba: “Yo quiero KIERO porque KIERO es bueno”, registrándose la marca para ser subastada con notable éxito. Posteriormente también tuvimos la campaña sintetizada en la frase “CONSUMA LO QUE EL PERÚ PRODUCE” y desde algunos lustros contamos con el programa gubernamental “CÓMPRALE A MI PERÚ”.
Ahora es imperativo consumir los bienes y servicios de nuestra patria, terminando con el estigma que su calidad no es de excelencia, cuando tenemos una de las mejores producciones de alimentos de origen vegetal, especialmente espárragos, paltas, quinua, frutas y muchas otras, y sin olvidar la pesca. Nuestros textiles, principalmente de alpaca, son inmejorables y, las confecciones, ni que decir, y sin envidiar a las de mejor calidad y marcas mundiales. La gastronomía peruana es envidiable y en diferentes sectores contamos con bienes y servicios óptimos.
Como peruanos, más aún en estas circunstancias, y luego de caminar a la normalidad, tenemos el deber de consumir lo nuestro y, si de vacaciones se trata, dejemos de lado el prurito de tener que llevar a los niños a Orlando, cuando en el Perú hay maravillas, con una historia espectacular, con monumentos de renombre mundial, con alojamientos de gran nivel a los que se tiene que ayudar a superar la difícil situación que los ha afectado gravemente.
Seamos nacionalistas, primero el Perú con los bienes y servicios peruanos. No basta decir ¡arriba Perú!, hay que demostrarlo.
(*) La empresa no se responsabiliza por los artículos firmados.