Empezamos un nuevo año y, por supuesto, salen los “futurólogos” a dar sus premoniciones y anuncios, algunos con cierta lógica teniendo presente años anteriores o situaciones análogas, y otros simplemente usando su enorme y enfermiza imaginación.
Al ser el año 2025 un año preelectoral en que se van iniciando conversaciones políticas en busca de alianzas, así como perfilando candidaturas, evidentemente el tema político influenciará en la economía del país.
Recordemos que para las inversiones importantes, sean ellas foráneas o nacionales, mucho tiene que ver la estabilidad política y la tranquilidad social, pues nadie con elemental criterio pone en riesgo su patrimonio cuando la situación política es complicada y la tranquilidad pública influenciada por la primera. Para las inversiones de envergadura, la política incide en la economía, no hay cuerdas separadas.
Sin embargo, para los emprendedores locales, con incipientes capitales y utilización de crédito, los peligros antes indicados no los alteran, puesto que hasta para enfrentar el día a día, no pueden darse el lujo de paralizar sus actividades ya que deben seguir actuando en sus pequeños negocios. ¿Qué es lo que aterra a los inversionistas? Se preguntarán seguramente los lectores de esta columna, y la respuesta, aunque obvia, es la inestabilidad política y en el ambiente peruano, que pueda volver un gobierno como el que presidió Pedro Castillo.
Además, observan con mucho cuidado que la tributación sea predecible, que las normas legales sean estables, esto es, que no estén siendo modificadas a cada rato y que la justicia sea autónoma, independiente y célere. Es evidente que mucho nos falta para estar con Alicia en el País de las Maravillas.
Otra interrogante que probablemente tendrán nuestros lectores es lo que debería hacerse en el año preelectoral para no interrumpir el crecimiento del país y que no existan baches en la vía hacia el bien común, que no es otra cosa que el bien de todos. La respuesta es que perciban que el centro político hace su tarea para evitar que llegue otro Pedro Castillo al gobierno nacional, y que tengamos alternativas políticas desarrollistas, no solo en el discurso político, sino en las reales posibilidades de que de dicho centro salgan los futuros gobernantes de nuestra Nación.
La tarea no es fácil, ya que hay que terminar con los egos que muchas veces son más grandes que el intelecto. Se sabe que, con la dispersión de partidos políticos, gracias a los errores legislativos en que se incurrió hace pocos años, es mucho más difícil llegar a lógicos entendimientos y consensos.
Estamos hastiados de quienes dicen para afuera estar dispuestos a alianzas, pero bajo la condición de que sean encabezadas aquellas por ellos mismos. Necesitamos mucho desprendimiento personal y más ánimo de entendimientos y, si se pergeñan o se van gestionando con anticipación, ello ayudará a que el desarrollo económico del año que se inicia no sea una quimera, sino una realidad.
(*) Expresidente del Consejo de Ministros
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