Opinión

Perú: república de los poderes fácticos

Por: Juan Carlos Liendo O’Connor

Este 28 de julio último quedará marcado por la destacada capacidad lectora de un mandatario presidencial que pronuncia el discurso oficial más importante del año durante cinco horas de frases extensas y repetitivas, cifras exorbitantes y dudosas de supuestos éxitos, anuncios y ofrecimientos sorpresivos de incierta materialización o de siglas no identificadas que evidenciaban un discurso tan ajeno como de lectura súbita con nula o reducida revisión previa.

En este sentido, el soporífero discurso muestra un importante contenido político que sólo puede ser interpretado por el carácter de “anestesia general” causado sobre una audiencia nacional, que graficada en el profundo sueño de algunos de sus ministros y del aburrimiento oficial de congresistas que abandonaban el hemiciclo, reflejan claramente la dimensión y naturaleza del poder político real en el Perú el día de hoy.

Al mismo tiempo, considero muy importante destacar que las Fiestas Patrias de este año, en medio de la desazón propia del colapso del sistema político nacional, se evidencia la potencia natural y prometedora del crecimiento de una identidad nacional propia expresada en las manifestaciones populares de “peruanidad” que a lo largo y ancho del país se muestran alegremente en los desfiles escolares, los pasacalles folklóricos y musicales, los discursos, las representaciones artísticas, los desfiles militares y los oficios religiosos que como factor común exponen la alegría y la esperanza de continuar siendo peruanos y construir un país grande, fuerte, unido y en paz. Contradictoriamente a esa potente y real demanda de peruanidad tan gratificante como anhelada, la imagen presidencial de hoy evidencia cada día que la fortaleza de las personas en el poder no responde a las legítimas y vitales aspiraciones del pueblo peruano, y que el poder no reside en las bases propias de los mandatarios.

Tampoco en la voluntad electoral ni en la legitimidad que puedan alcanzar; y que, por el contrario, sólo puede explicarse por el real poder que proviene del voto de las juntas de directorio y del acuerdo proveniente de despachos oscuros.

Solo de esta manera se puede explicar cómo la investidura presidencial se deteriora día tras día, constituyendo de hecho sólo un holograma del poder y haciendo endémica su debilidad, no solo basta tener a todos nuestros presidentes de los últimos cincuenta años como delincuentes o criminales sino de hacer irrelevante o caricaturizada la investidura presidencial.

En nuestro país, los poderes fácticos vienen simplificado el proceso democrático: ellos eligen al presidente y todos debemos fingir que es quien tiene el poder. Terminando el primer cuarto del Siglo XXI el Perú parece ingresar a un nuevo tipo de República: la República de los Poderes Fácticos.

(*) Exdirector nacional de Inteligencia (DINI).

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

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