Opinión

“Paro seco” en el altiplano

Por: Martín Valdivia Rodríguez

En Puno se anuncia un “paro seco” y varios políticos limeños o alimeñados, con sarcasmo y un tufillo despectivo, preguntan que “cómo sería un paro mojado”. Ese es el problema, la desconexión y el desconocimiento que muchas veces se tiene desde Lima de la realidad del interior del país o del llamado Perú profundo —término ensalzado por la izquierda y desdeñado por la derecha, por cierto, justamente por prejuicios ideológicos—, que hacen que se ignore y hasta se desprecie a las poblaciones de las provincias, especialmente las más alejadas.

En realidad, la palabra “secar” tiene varias acepciones, hasta 12 le da la Real Academia. En los pueblos de los Andes, el término “secar” tiene una connotación que va más allá de “quitar el agua o la humedad de algo”. Significa también “fastidiar, aburrir”, “cortar el suministro de alimentos o los servicios públicos” o “consumirlo todo, no dejar nada”. Estos significados están considerados de una u otra manera en los diccionarios, incluido el de la RAE, pero hay limeños, incluso esos que se creen muy sabihondos, que lo ignoran.

De tal manera que “paro seco” es la paralización total de actividades con bloqueo de carreteras, marchas de protesta y acciones de agitación contra instituciones públicas y privadas. Aparentemente sería una medida más radical, pero sus causas y consecuencias demostrarían lo contrario.

Resulta que, ante el desabastecimiento provocado por los paros indefinidos (antes se les llamada huelgas), ahora los dirigentes de Puno han visto por conveniente organizar “paros secos” escalonados, de uno o dos días. Además, las paralizaciones no son generales, en toda la región, sino por zonas, para —de esa manera— amortiguar las consecuencias económicas que tiene una medida de mayor convocatoria.

Esta información debe ser conocida al derecho y al revés por todas las instituciones o personas del Gobierno, desde la Policía hasta los equipos de análisis de la conducta social (psicólogos, sociólogos, antropólogos, etc.), que tratan de lograr que no haya más marchas violentas, para así solucionar la convulsión social que tanto daño ha causado.

No podemos reírnos, por tanto, del uso del término de “paro seco”, sino ocuparnos en encontrar las razones de esta medida y ponderar su acatamiento. Por lo visto, las marchas de protesta se han atomizado en el sur del país con estos “paros secos”. Sin embargo, este cambio no debe llevar al triunfalismo y debe buscar la conciliación entre todos los peruanos. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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