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Olimpiadas: Una historia de competencia y hermandad

Las de Tokio se dan en medio de la pandemia del COVID y demuestran que son un instrumento de unión entre todos los países del mundo.

La historia de los Juegos Olímpicos está llena de episodios de disciplina, sacrificio, entrega y lucha individual o en equipo. Las también llamadas Olimpiadas son consideradas la principal competición del mundo deportivo, con más de doscientas naciones participantes. Los países más medalleros son Estados Unidos y Rusia, con más de 2,500 y más 1,000 preseas, respectivamente. Perú ha participado en todas las ediciones y solo tiene cuatro medallas, una de ellas de oro. Dicen que “lo importante es participar”, pero vamos por más.

Las Olimpiadas de Tokio, que fueron retrasadas un año, tienen un significado especial, pues reflejan los miedos y las esperanzas de un mundo que lucha por salir de una pandemia que nos ha obligado a trabajar en equipo. Además de los récords batidos, estos Juegos serán recordados por eso, porque son una especie de nuevo renacer con el deporte como instrumento de unión de todos los países del mundo. Los orígenes de los Juegos Olímpicos se remontan a los inicios de la cultura occidental.

Los griegos, en el siglo V a.C., iniciaron la tradición a través de unos juegos entre atletas de diferentes ciudades en honor a Zeus, considerado el “padre de todos los dioses” en la mitología. El deporte y la política iban de la mano. Luego de mil años, el emperador Teodoro I prohibió los Juegos por considerarlos paganos. Fue Pierre de Coubertin, un aristócrata dedicado a la pedagogía,  quien en 1894 conseguiría instituir los Juegos Olímpicos modernos en el Congreso Internacional de Educación Física de La Sorbona.

En 1896 se celebraron los primeros Juegos Olímpicos modernos. Grecia era el origen de las olimpiadas, por lo que Grecia debía ser el primer país en celebrarlas. El país, que llevaba unas pocas décadas independizado de los otomanos, vio una oportunidad de hacerse un hueco en la escena internacional. Un total de 241 deportistas compitieron en 43 pruebas deportivas. Habían nacido los primeros Juegos Olímpicos modernos.

HACIA AMÉRICA

Recién en 1904 los Juegos cruzaron el Atlántico hacia América. En las Olimpiadas de San Luis participaron por primera vez atletas africanos. En 1908, Roma fue elegida para ser la sede, pero la erupción del volcán Vesubio trasladó los Juegos a Londres. Tras las Olimpiadas británicas, las de Estocolmo fueron las primeras con un alto nivel de organización.

Berlín iba a ser la siguiente sede, pero en 1914 el mundo se embarcó en la Primera Guerra Mundial. Tras el final de la contienda, Amberes fue elegida como sede por los sufrimientos padecidos por la ciudad en la gran guerra. En 1924, París albergó no solo de nuevo las Olimpiadas, sino también los Juegos Olímpicos Femeninos organizados por Alice Millet en protesta por el discriminatorio trato a la mujer en este evento. Tras los Juegos de Los Ángeles de 1932 vinieron los de  Berlín. Al parecer Hitler no quería llevarlas a cabo, pero su jefe de propaganda, Goebbels, lo convenció de que le podía convenir para su imagen.

EL RACISMO

Las Olimpiadas debían ser reflejo de la superioridad aria que quería instaurar el nazismo. Un joven atleta afroamericano se coló en la fiesta, Jesse Owens, ganando cuatro medallas ante los jerarcas nazis.  Hitler no quiso salir en las fotos con Owens. Pero a la vuelta en Estados Unidos, Roosevelt no invitó a Owens a la recepción de los atletas vencedores en la casa blanca. El racismo no era solo cosa de la Alemania nazi.

Tres años después, 1939, Hitler hizo arder el planeta en una guerra que devastó medio mundo. Hasta 1948 no volvieron los Juegos.  Ese año, en Londres la gran figura fue Fanny Blankers, una ama de casa holandesa que ganó cuatro medallas de oro en atletismo. Helsinki 1956 fue la Olimpiada de Emil Zatopek, que realizó la hazaña de ganar en unos mismos juegos las pruebas de 5.000, 10.000 y el maratón. Zatopek, apodado la locomotora humana, es considerado el mejor atleta del siglo XX.

Y así, entre guerras, atentados, muestras de racismo, historias de éxitos y fracasos, las Olimpiadas han continuado hasta nuestros días no solo como evento de competencias, sino también de unión y hermandad entre todos los países del mundo.

EL DÍA QUE LA SELECCIÓN PERUANA HUMILLÓ A HITLER

Hay un episodio del fútbol peruano que el escritor uruguayo Eduardo Galeano, autor de “Las venas abiertas de América”, siempre mencionaba cuando lo entrevistaban. Se trataba de la participación de la selección peruana en las Olimpiadas de Berlín 1936, donde Perú derrotó Austria, país en el que nació Adolfo Hitler.

“Es una historia linda,  tiene que ver con la dignidad”, decía Galeano. “Hitler estaba en el palco del estadio de Múnich, viendo el partido entre Perú y Austria, su tierra de origen. Perú ganó 4-2 y el árbitro anuló tres goles peruanos, para no molestar al dictador”, recordaba. En ese equipo estaban “Lolo” Fernández y “Manguera” Villanueva, ídolos de la “U” y Alianza, respectivamente.

SEÚL 1988: ‘“MANOS MORENAS SEGURAS SE ELEVAN Y PUNTO”

Manos peruanas seguras se elevan y punto / Manos morenas gloriosas que merecen punto. Así empieza la canción del compositor Manuel Escajadillo que trae a la memoria aquella proeza de las Olimpiadas de Seúl 1988, cuando la Selección Peruana de Vóley consiguió la medalla de plata.

En ese equipo, dirigido por el coreano Man Bok Park, estaban Cecilia Tait, Gabriela Pérez del Solar, Gina Torrealva, Natalia Málaga, Rosa García y otras históricas del vóley peruano. Velocidad, técnica y disciplina eran el secreto del éxito. Perú dejó en el camino a Brasil, la poderosa China, Estados Unidos y Japón. El equipo ruso impidió que el sexteto peruano alcanzara la gloria.

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