
Pobres ingenuos quienes crean que Pedro Castillo realmente se ha enmendado por ordenar modificaciones en el Gabinete. El gobierno sigue siendo comunista y si bien hoy el timón vuelve a manos de los caviares, el propósito de destrozar la república liberal se mantiene.
Guido Bellido no podía continuar en el cargo porque su propia personalidad se lo impedía. Una cosa es ser dirigente estudiantil, pero otra muy diferente comportarse como ministro de Estado. Como buen bufón, pillastre y confrontador, “Puka” le restaba nivel al cargo y solito se encargó de crear una serie de conflictos adicionales a los ya existentes: fue a Las Bambas y ofreció lo incumplible; le jaló la alfombra al mandatario en plena gira internacional pidiendo la renuncia del Canciller Maúrtua; pretendió hacer cuestión de confianza en el caso del filosenderista Maraví sin tener aprobación del Consejo de Ministros; alentó la ilegal recolección de firmas para la Constituyente jugando en pareja con Bermejo; se peleó con la prensa portándose como patán; y dejó que sus demonios internos lo llevaran a comportarse como misógino acosador, sin imaginar que la congresista Chirinos lo pondría en su sitio legalmente, enviándolo a terapia psicológica bajo apercibimiento. Algo jamás visto en un gobierno peruano.
Bellido, en suma, no entendió que el profesor es ignorante de muchas cosas, pero sabe bien que necesita darle majestad a su cargo, por eso se esmera en andar con símbolos de poder que deben decodificarse con profundidad como el propio sombrero (aspiracional) y el traje a lo Evo Morales (obsesión por la ruptura paradigmática, pero solemne, de lo tradicional). Sobre esto debería recordarse a Mao Tse-tung y sus formas de mandarín.
Pedro Castillo también ha querido marcar posición autoritaria reconduciendo su gobierno bajo la premisa de que son él y su nuevo partido magisterial quienes tienen el poder y no Perú Libre. Y es que, si bien es cierto que este régimen es consecuencia del ayuntamiento de muchas organizaciones de izquierda a través de la Coordinadora Bolivariana, finalmente hay líneas que confrontan; y hoy es la pro china la predominante por encima de la pro cubana. Eso, sin embargo, no debe confundirnos. El gabinete que encabeza Mirtha Vásquez en lo formal es un pacto no escrito con el caviaraje y a efectos prácticos es casi la reedición del gobierno del lagarto; pero en el fondo solo se ha ganado tiempo para impedir primero sucesivas censuras ministeriales y, luego, el proceso de vacancia.
Castillo sabía que, si no hacía un viraje rápido, no podía esquivar las balas ya preparadas por un Congreso que, finalmente, empieza a reaccionar ante el clamor de la calle y su exigencia democrática, así como ante la desesperación por una crisis económica que no se cura con los paliativos que proponen los “cojudignos”. El rumbo de colisión sigue. La oposición democrática entiende que mientras se pretenda cambiar la Constitución ilegalmente y, mientras el objetivo sea instaurar una “nueva democracia” (un sistema comunista), no podrá dársele beneplácito al gobierno. Los cuchillos ya están afilados y tendrán que usarse.
Además, hoy el factor de agitación recae también en el conflicto paralelo entre los escisionistas de Perú Libre y los caviares que representan al marxismo cultural internacional y los intereses de Soros. La izquierda es esquizofrénica y con complejo de caníbal. Por ese lado la autodestrucción está garantizada. Así que ya veremos cuánto les toma para cobrarle a Castillo la purga ministerial.
(*) Analista político
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