Opinión

No agudicemos más las contradicciones

Por: Martín Valdivia Rodríguez

Ya en la Grecia antigua Aristóteles hablaba del principio de la no contradicción y más adelante Hegel, siendo un filósofo idealista, en el siglo XVIII basaba toda su teoría dialéctica en la contradicción. Estos fundamentos lógicos fueron utilizados por Max y Lenin, abanderados del materialismo, para sostener que a fin de avanzar hacia el cambio es necesario agudizar las contradicciones del sistema y lograr que la sociedad se polarice en dos grupos bien definidos. Es curioso, pero esto parece estar ocurriendo en el Perú, donde el país está dividido en dos mitades casi iguales, cuyos representantes más radicales no se dan tregua y muestran sus resentimientos y odios en las calles.

En estos momentos en el país imperan el caos y el desconcierto. Hay un enfrentamiento entre dos bandos que no se dan tregua. Pero no es una “lucha de clases” como la preconizaban Marx y Engels, tampoco una conflagración que tenga como objetivo la “dictadura del proletariado”, la meta del comunismo. Allí, en las calles del centro de Lima, en Abancay, Emancipación, Colmena, Carabaya, Camaná o el jirón de la Unión, en los alrededores de Palacio de Gobierno, se enfrenta pueblo contra pueblo, pobres contra pobres. La pelea no es entre ricos y pobres, como esperan los ideólogos del comunismo. Esas personas discuten y se agarran a golpes porque creen tener la razón respecto al ganador o ganadora de la segunda vuelta electoral.

Algunos esgrimen un “no al comunismo”, pero ese no es el tema de fondo, pues esa consigna no justificaría la reacción si un candidato, comunista o capitalista, legítima y legalmente. Solo unos cuantos, quizá, conocen los postulados de John Locke, Juan de Mariana y Adam Smith, considerados padres del capitalismo. Tampoco saben de las teorías económicas y filosóficas de Marx, Hegel o Lenin, menos del comunismo más radical que aplicó Mao en China.

En el país urge el imperio de la razón; de una dictadura, pero de la sensatez; del libre mercado del sentido común. Respecto al modelo económico, está marchando bien, pero es necesario hacerle algunos ajustes, sin que ello signifique desarmar todo y echar a perder lo avanzado.

Hay otro gran riesgo. Sea cual fuere el proclamado como presidente esta semana, el país seguirá dividido en dos no solo en las calles, sino también en el Congreso, donde la polarización repercutirá en la gobernabilidad del país, pues la relación con el Ejecutivo será difícil y complicada. En el ámbito político, vamos a ver quiénes tienen la hidalguía de deponer mezquindades e intereses personales y políticos por el bien del país. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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