Opinión

Ni olvido ni perdón

Por: Iván Pedro Guevara Vásquez

En la antigua filosofía oriental, todo acto humano tiene inevitablemente su consecuencia. La ley de la causa efecto no solamente se aplica en las ciencias naturales. Y aún hay más. Por la ley del karma, las culpas se pagan no sólo en la vida en la cual se realizó el hecho, sino que, en la creencia de la reencarnación, se pagan en la siguiente vida en la Tierra.

Luego de los asesinatos ocurridos en Ayacucho y Apurímac en diciembre del año 2022, así como de los asesinatos en Puno en enero de 2023, desde el inicio de las protestas sociales en el sur del país contra el gobierno actual de la ex vicepresidenta de la República durante el gobierno del ex Jefe de Estado Pedro Castillo, Dina Boluarte, y luego de amenguadas y disminuidas las marchas y movilizaciones sociales que piden el adelanto de elecciones generales, los responsables penales y políticos de las matanzas pueden creer que salieron victoriosos y que la impunidad es el premio de los que ejercen cualquier clase de poder en forma arbitraria y déspota.

Pero no es así. La historia misma se ha encargado de mostrarnos que no es así, porque los genocidas y los responsables de crímenes de lesa humanidad al final pagan por sus obras, por sus hechos, al ser dichos delitos imprescriptibles; esto es, no prescriben por el transcurso del tiempo.

Ello, agregado al hecho de la brevedad de la vida humana, significa que no debemos tolerar ninguna forma de impunidad por un lado, y por otro lado, que no debe haber nunca ni olvido ni perdón contra tales hechos, contra tales asesinatos realizados al modo de ejecuciones extrajudiciales contra miembros de la población del sur del país (Ayacucho, Apurímac, Puno). Ni olvido, porque el hecho debe ser recordado siempre por la población, para que no se vuelva a repetir, ya que los que ignoran el pasado pueden volver a repetirlo.

Ni perdón, porque ningún homicidio ni asesinato, realizados con dolo e intención criminal, puede ser perdonado por la colectividad. Lo que no niega el poder sentir compasión y piedad por todo ser humano en la faz de la Tierra, incluidos los asesinos y genocidas. Pero esa conmiseración no es, de ninguna manera, una impunidad, sino más bien un rasgo o característica fundamental de nuestra humanidad. Que se haga Justicia por siempre.

(*) Analista político y abogado penalista

(*) La empresa no se responsabiliza por los artículos firmados.

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