Opinión

Los símbolos en la política

Por: Martín Valdivia Rodríguez

La lampa de Belaunde, el tractor de Fujimori, la chakana de Toledo, la chalina de Villarán… y el sombrero de Castillo. Los símbolos, como distintivos de un partido político, referentes de una acción o el look de un personaje, constituyen un instrumento político al que se suele recurrir con frecuencia. El Gobierno de Pedro Castillo no solo apela al símbolo del sombrero, que por cierto no causó la mala impresión en su gira a México y Estados Unidos que muchos vaticinaron. Castillo también usa otros símbolos, que no necesariamente son objetos o una representación gráfica.

El presidente recurre al quechua y a esa amplia gama de íconos relacionados con el legado de los incas; ahora a la Reforma Agraria, que refuerza la dicotomía de los ricos y pobres, de los privilegiados y los desposeídos, de la ciudad y del campo. A veces, un símbolo no encuentra la contundencia esperada, como es el caso del Partido Nacionalista, por ejemplo, que usó la olla para relacionar ese utensilio con el apellido de su líder, Ollanta Humala, pero casi nadie se dio cuenta.

Los símbolos, a través del efecto emocional que suscitan, refuerzan la identidad. Ese es el objetivo de esta estrategia comunicacional que es analizada por el politólogo norteamericano Murray Edelman con un enfoque lineal que aborda el simbolismo, el lenguaje político y el espectáculo político.

Murray, quien estudió a profundidad la política simbólica y la psicología política, tenía un concepto escéptico sobre la intención y el efecto del símbolo en la política. Decía que el simbolismo es usado como herramienta de manipulación por élites para mantener pasivas a las audiencias, con una concepción constitutiva del lenguaje político.

Los símbolos, desde el punto de vista de la semiótica, a través del efecto emocional que suscitan, refuerzan la identidad, el orgullo y la pertenencia. En este caso, el objetivo es la interpretación y la identificación del individuo por las acciones de un gobierno. En un régimen de corte nacionalista, como el de Castillo, el simbolismo puede resultar positivo, pero el problema está en el exceso, la saturación de imágenes.

Tal es la proclividad en el actual Gobierno por el uso de símbolos, que sus detractores ya lo muestran como un recurso trillado que pone en evidencia debilidades y carencias de recursos argumentativos. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

Related Articles

Agregue un comentario

Su dirección de correo no se hará público. Los campos requeridos están marcados *

Back to top button