Opinión

Lo que empieza mal, no tiene por qué acabar bien

Por: Ángel Delgado Silva

Sin duda, una honda decepción galopa entre las filas democráticas. La moción de vacancia presentada en el Congreso no alcanzó los votos suficientes para ser admitida. Pero sí detonó una batahola de injurias, al imputarse mutuamente la responsabilidad del fracaso. Pero en honor a la verdad no debiera ser así. Porque la sobrecarga de expectativas jamás tuvo justificación real. Y el mero entusiasmo, el afán de protagonismo o el jugar confiando solamente en la fortuna, jamás serán fundamentos válidos para una actuación política sensata. No coordinar previamente, no concertar razones con todas las bancadas susceptibles de sumarse y no buscar un potente respaldo en la opinión pública, avizoraban la derrota inminente. Solo quienes se engolosinan febrilmente con sus discursos y parlan únicamente con iniciados, pueden cegarse ante lo evidente.

Los más necios, aquellos negados para la realpolitik, pueden refocilarse por haber “desenmascarado a Acuña” y poner en el banquillo a las bancadas que negaron la vacancia. Pero, si se piensa bien, dicho resultado no da para sentirse orgulloso. En realidad, lo sabíamos desde antes. Siempre habrá posturas políticas cautas al extremo, esas que basculan cual hojas titilantes mecidas por los vientos. Nunca adoptan convicciones firmes y carecen de garra para ubicarse en la primera línea de fuego.

Sin embargo, los sigue un notable sector ciudadano. Y los vota, por lo cual tienen significativa representación parlamentaria de tiempo atrás. Sin embargo, en circunstancias cruciales han estado con la historia. Recordemos que gracias a sus votos logramos librarnos del lagarto Vizcarra, allá en noviembre del 2020.

Mientras eso acontece en el bando opositor, en la otra orilla las huestes pro oficialistas restañan sus heridas. Ciertamente antes de formalizarse la vacancia, el bloque en el poder se resquebrajaba ostensiblemente. El punto más alto de aquella crisis fue la negativa de Perú Libre a otorgar confianza al gabinete de Mirtha Vásquez. Empero, tras la vacancia fallida, Vladimir Cerrón retoma la iniciativa. Reunifica la bancada oficialista, mantiene unidos a los aliados Juntos por el Perú, Somos Perú y Partido Morado, y logra acercar a la órbita gubernamental a APP, AP y Podemos. Por supuesto, nada asegura que estos vínculos perdurarán ante conmociones futuras, provocadas por nuevos actos de torpeza o corrupción de Castillo. Pero, en lo inmediato, al concluir el año, la correlación política de fuerzas es: una oposición dividida por acres recriminaciones y un oficialismo que se recompone, en el corto plazo.

La política es un quehacer que –cuando renuncia a la inteligencia y cede a lo emocional– produce resultados adversos a los objetivos planteados. Así esté motivada por las mejores intenciones.

(*) Constitucionalista

(*) La empresa no se responsabiliza por los artículos firmados.

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