En los estertores de este año coronado por la inseguridad ciudadana y la creciente e indeclinable deslegitimación de los poderes políticos y el sistema de justicia, dejaron de existir compatriotas como Alberto Fujimori, Pedro Suárez Vértiz, Yola Polastri, Javier Valle Riestra y Roberto Chale.
La figura de Fujimori deberá esperar sin impaciencia el veredicto final de la historia. Tras largos años de pugnacidad, a veces desenvainada de odio, nuestro país exige hoy serenidad a sus impugnadores y seguidores.
Pedro Suárez Vértiz dejó canciones y la dignidad de una muerte aplomada, que han quedado engarzados en el corazón de aquellos que alguna vez se empinaron en su otrora juventud, a la alegría y el optimismo como forma de entender la vida.
Yola Polastri, la animadora y cantante de un público infantil-juvenil, dejó un legado de profesionalismo y determinación al hacer programas de televisión desprovistos de cualquier atisbo de chabacanería y con la intención constante de entretener estimando los valores familiares. Creo que nunca dejó la frescura y la gracia de hacer las cosas con animoso cariño hacia su público.
Javier Valle Riestra, figura epónima del parlamentarismo peruano. Allí donde hoy muchos expresan sin “elocuencia” alguna la ignorancia, la carencia de talento y el desprecio por las virtudes republicanas, este supo encumbrarse con verbo incandescente, con convicción indesmayable y pasión a veces desbordada.
Parte dejando sus alegatos forenses, sus discursos en plaza, sus sesudas conferencias, sus intervenciones vigorosas en el Congreso y la solidez de su obra escrita. Más allá de sus contradicciones, fue un hayista cabal. Para sus compañeros deja el recuerdo del mechón batiente, el mentón levantado, el pañuelo blanco en ristre, el terno oscuro y la camisa arremangada; siempre dispuesto a batirse por una buena causa.
Roberto Chale, irreverente ante los grandes; brillante en la gambeta y el pase largo. Fue siempre un líder en los momentos tempestuosos de un partido. Irregular, díscolo, poco propenso a la disciplina. Carismático e inteligente. Nos llevó del brazo a triunfos históricos, en un país escaso de efemérides deportivas. Pudo ser más grande de lo grande que fue. Se contentó con el cariño constante de la gente. Fue un entrenador que sabía leer como los tarotistas los enigmas de cada partido.
Personajes quizá irrepetibles. Miro lo que hoy tengo que ver, y me obligo a redactar este texto.
(*) Expresidente del Tribunal Constitucional.
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