Opinión

El dedo en la llaga

Por: Hugo Guerra Arteaga

Beto Ortiz me parece un periodista estupendo. Es valiente como ser humano, correcto como profesional y tiene un valor mayúsculo para enfrentarse a cualquiera.

Su estilo de conducción en la televisión divierte y su sexualidad me tiene absolutamente sin cuidado. Creo firmemente que cada ser humano puede y debe hacer con su vida lo que considere de acuerdo a sus valores.

En consecuencia, he aplaudido (vía Twitter) la justa reacción de Ortiz contra quienes lo atacan por su posición en torno a un tema secundario, una película con personajes lésbicos. Y lo han golpean porque, supuestamente, con esa posición no representaría ya a la “derecha” contraria al comunista Castillo.

Tremenda babosada. Beto no es lacayo de nadie y tampoco está a órdenes de un cierto grupo. Es un señor periodista que tiene todo el derecho de expresarse en público y en privado como le de la gana; y no es contradictorio que se declare gay y al mismo tiempo sea símbolo mediático de la lucha contra un régimen criminal.

Estoy de acuerdo con las expresiones duras pero veraces respecto a que los de la derecha son “maricones” porque no se atreven a dar la pelea frontal contra el sistema político que repudian. ¡Bravo, ha puesto el cascabel al gato!.

En la terminología huachafona de nuestro país se utiliza, sin embargo, el término de “derecha” de manera temeraria. Para los más rústicos es una alusión tardía a las bancadas del asambleísmo revolucionario francés de 1789. Para los bobos habría una “Derecha Bruta y Achorada” compuesta por una alianza inexistente entre el fujimorismo y algunos apristas. Para los terraplanistas inclusive existiría en el Perú una “ultra derecha” clasista, racista y anacrónica.

Yo reafirmo mis principios esenciales: Dios, patria, familia y propiedad; pero veo el mundo desde la biopolítica, los riesgos del transhumanismo y la macabra Agenda 2030. Creo, entre tanto, que en nuestra nación no existe propiamente una derecha ideológica. Reconozco, evidentemente, a respetables conservadores ilustrados; así como también reniego de necios “conservas” o “avinagrados”. Proporcionalmente del otro lado hay desde terroristas polpotianos hasta subversivos gramscianos, progres y socialconfusos (liberales teóricos entrampados en la progresía marxistoide y globalista); pasando, claro, por los detestables caviares.

El proyecto de una auténtica derecha peruana está todavía en construcción. Hay propuestas interesantes que aportan desde el capitalismo popular, el libertarianismo, el socialcristianismo y la socialdemocracia. Y es de este segmento medianamente integrado desde donde se está dando la pelea dura contra la amenaza que plantea Castillo. El principio de la unidad en construcción es el respeto por los valores democráticos y las libertades fundamentales.

A quienes entiendo Beto Ortiz increpa con justa razón es tanto a los reaccionarios como a los indefinidos, incluidos en la imprecisa derecha solo por ser “anti burros”. También a los “tibios” que quieren cambiar el mundo desde el control remoto de sus televisores; y a aquellos que critican las marchas pero no tienen hormonas suficientes para enfrentarse a eventuales gases lacrimógenos.

Beto ha puesto, por fin, el dedo en la llaga de los grandes mercantilistas que supuestamente debieran activarse contra el comunismo pero prefieren negociar sus intereses como han hecho a lo largo de nuestra historia: bajo la mesa. El éxito de Beto Ortiz está en quien es y en lo que hace. Si no les gusta, cambien de canal… y si creen realmente en la democracia, no sean “maricones”.

(*) Analista político

(*) La empresa no se responsabiliza por los artículos firmados.

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