Opinión

Las olas migratorias (I)

Por: Martín Valdivia Rodríguez

La ola migratoria no es un fenómeno que nació en Sudamérica con el éxodo desde Venezuela a otros países de la región (principalmente Colombia y Perú) o desde las naciones de Centroamérica a Estados Unidos y México. Entre los siglos XIX y XX, oleadas de miles de irlandeses, italianos y judíos de Europa Oriental se trasladaron a Norteamérica, donde en otros tiempos solo había apaches, siux y cheyes. Y ni hablar de la ola migratoria de África a Europa en los últimos tiempos.

Generalmente, los migrantes no se marchan, sino huyen, impulsados por la pobreza y el miedo. Escapan del hambre y la muerte que se instala en sus tierras y se ensaña con su gente. Ocurre en Venezuela. Ocurrió aquí mismo en Perú, donde por la parálisis económica causada por la pandemia, miles de provincianos empezaron a regresar incluso a pie a sus pueblos de origen, donde al menos no tenían que alquilar casa y podían sobrevivir de lo poco que se podía cosechar en el campo. Pasa desde los años 40 en el Perú con las movilizaciones del campo a la ciudad que configuraron un nuevo país y que en 1984 dio lugar al libro “Desborde popular y crisis del Estado”, de José Matos Mar.

Y sucedió en los años 70 y 80, cuando la precaria economía del país y falta de oportunidades llevó a miles de peruanos a viajar en busca de trabajo a Venezuela, en la época del boom del petróleo. Hoy, los papeles se invierten y nos toca a los peruanos recibir a los venezolanos que llegan en busca de empleo porque en su país campean la pobreza, el hambre y la muerte.

Hay miles, más de un millón de venezolanos que llegaron al Perú y que tienen título profesional, estudios técnicos o acreditan una mano de obra calificada, pero la mayoría trabaja en oficios donde les pagan salarios muy inferiores a los que les corresponden por su preparación y talento.

Algunos venezolanos se quejan de que en el Perú les ofrezcan trabajos donde no pueden ejercer sus carreras y, por lo tanto, les pagan poco. O que no les dan trabajo. Dicen que los están discriminando, pero no es cierto. Eso pasa hasta con los peruanos, pues muchos profesionales titulados y hasta con estudios de posgrado tienen que trabajar como taxistas, en el comercio informal o cachueleando. Y otros ni siquiera tienen trabajo.

Una de las consecuencias de las migraciones es la delincuencia, que en el Perú se ha incrementado a niveles nunca antes vistos. Insistimos, no es que en nuestro país nunca haya existido delincuentes, sino que la inseguridad ciudadana está causando mucho llanto y dolor. Más que en otros tiempos. Porque lo que lo digo y escribo siempre lo firmo.

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