Opinión

Las manchas que no se borran

Por: Martín Valdivia Rodríguez

Una cosa es innovar -aplicar un estilo diferente- y otra imponer un sistema de desorden. El funcionamiento del aparato público tiene sus mecanismos o procedimientos, que igual van a funcionar así sea el gobierno de turno de derecha, de izquierda o de centro. Nadie va a derechizarse o caviarizarse si los aplica. Los errores en la designación de varios ministros -y esta vez del propio premier- les dan la razón a quienes observan la ausencia de un sistema organizado de trabajo en Palacio de Gobierno.

Por lo menos hasta antes del inicio del mandato del presidente Castillo, la Dirección Nacional de Inteligencia (DINI) informaba al jefe de Estado sobre la hoja de vida de los funcionarios cuya resolución iba a firmar. Y si no es el propio mandatario quienes deben revisar los antecedentes de los candidatos a un cargo son los asesores. Sin embargo, una vez más parece que decidieron con los dudosos parámetros de la confianza, el amiguismo o “este señor me cae bien”. Pero ya sabemos que “caras vemos, corazones no sabemos”. Aunque muchas veces no se trata de corazón, sino de capacidad y cuestiones morales.

El aparato estatal es un sistema complejo cuyas partes se integran generando una sinergia para lograr un funcionamiento óptimo y resolver problemas con mejores resultados que trabajando de manera individual. Hay decisiones que se pueden tomar, sí, de manera personal, pero la designación de un ministro debe pasar por el riguroso cernidor de requisitos para cumplir determinada función pública. El desorden derivaba en graves errores de gestión y toma de decisiones que pueden causar problemas como el actual en la designación del Gabinete de ministros.

Estos mecanismos no solo se aplican en el sector público, sino también en el privado. Un claro ejemplo lo dio, hace unos días, el periodista Jaime Bayly, quien reveló que, en sus años juveniles, en una de sus tantas palomilladas robó cuatro corbatas en una tienda de Denver, pero lo pillaron y un juez lo fichó como ladrón. Cuando Bayly estaba a punto de firmar un millonario contrato con Univisión, el gerente de la cadena lo llamó para decirle que ya no lo querían porque sus abogados habían detectado esa mancha en su récord criminal. El incidente había ocurrido hacía ya un buen tiempo y estaba claro que Bayly solo robó por diversión, pues en ese entonces ya trabajaba en la CBS y no tenía necesidades insatisfechas, pero para los cánones morales norteamericanos un acto de ladronería, así haya sido en broma, es una mancha que no se borra nunca. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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