
La historia y la doctrina registran que se denomina tirano al que, aupado en el poder, desconoce las reglas de normalidad y continuidad constitucional ya sea para acceder a él o para ejercer las potestades de mando, a efectos de actuar con discrecionalidad patológica, atentando de manera general y cotidiana contra los derechos fundamentales de la población, el bien común y la seguridad jurídica; así como convertir en botín el erario.
En ese contexto, aparece la resistencia a la opresión como derecho inherente al pueblo, consistente en desobedecer e insubordinarse ante el tirano. Se trata de un acto de legítima defensa. Ya desde la Declaración de Virginia en 1776, se le consagro como un derecho inalienable e irrevocable.
La resistencia conlleva al derrocamiento de un gobierno despótico y reñido con los valores democráticos y manifestante violación de derechos tan esenciales como la vida, la integridad física, psíquica y moral, la igualdad jurídica, las libertades de información y expresión, el ejercicio de los derechos de participación ciudadana, etc.
Este acto de autodefensa ciudadana necesariamente colisiona con las normas establecidas por el gobierno usurpador y opresor. Por ende, este se encuentra en esas indeseadas circunstancias, moralmente autorizado a llevar a cabo la huelga general, marchas, mítines, campañas de concientización internacional. Hacemos votos para que no se tenga que llegar al último remedio que proponen Juan de Salisbury, Hubert Languer, el jesuita Jan de Mariana, etc.; es decir, al alzamiento armado y el magnicidio.
En la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, se señala que es esencial que se respeten los derechos humanos, a fin de que los hombres no se vean compelidos a utilizar el recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión.
La comunidad internacional puede y debe acompañar esta lucha de resistencia que ha emprendido el pueblo venezolano, más allá del mero discurso. En este proceso, los ideales y la fraternidad se deben imponerse sobre los intereses económicos y estratégicos. En esta lucha de resistencia contra la opresión ha emergido una mujer emblemática: Corina Machado.
Su liderazgo ganado en las calles es consecuencia de su indoblegable compromiso con su sufriente pueblo; es la pasión indesmayable por la recuperación de los valores democráticos. Su autoridad legítima se funda en su coraje y en la justicia de su causa que el mundo reconoce sin ambages.
Como testigos comprometidos en su abnegada lucha, le decimos que sus momentos de tensión y amargura nunca serán estériles. Su causa ya es historia……. y esta marca la victoria del pueblo.
El filósofo y político británico J John Stuart Mill con gran sentido histórico decía: “El valor de una Nación no es otra cosa, que el valor de los individuos que la componen”.
Que el ímpetu del pueblo no desfallezca; que se empine sobre el miedo y la represión. Es conocido que el valor de una colectividad- que aparece como ultima necesidad -y la constancia cimentada en los anhelos, acercan al éxito a toda causa justa.
Hagamos votos al supremo para que este martirio termine pronto; y exijámonos a acompañar en lo que podamos, al pueblo venezolano en su camino de reencuentro con la libertad.
(*) Expresidente del Tribunal Constitucional.
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