Opinión

¡La patria en peligro!

Por: Ángel Delgado Silva

Tras tomar conocimiento de las primeras grabaciones entregadas por Samir Villaverde a la Fiscalía, gracias al programa de Phillip Butters, ya no caben dudas al respecto. Por sus alcances (ministros de Estado, miembros del JNE, secretarios de Palacio, altos funcionarios, el propio Castillo y familiares, etc) y por su contenido procaz, se pone al descubierto la captura del Perú por una banda criminal, cuyo propósito es saquearlo sin escrúpulo ni piedad. Aunque suene duro, no es factible otro corolario si queremos ser realistas y ver las cosas como son. Lo contrario no sólo nubla y enrarece la percepción, sino nos vuelve cómplices involuntarios.

Es tiempo de empezar a utilizar los vocablos correctos para nombrar las cosas. Es erróneo pensar que sólo tenemos un gobierno necio por la inexperiencia de sus funcionarios. Ello oculta el espíritu gansteril expandido desde su cúpula –el círculo íntimo del presidente: amigotes, paisanos y parientes– hasta los lindes del aparato estatal. Hay que desterrar el melifluo estilo de los analistas, que por carecer de valor tienen renuencia a hablar claro. Son ellos los que edulcoran la realidad con una asepsia que, sin duda, no tiene. Así cumplen el penoso rol de desarmar a los ciudadanos del deber de controlar al proceso político en marcha.

Ahora que las brumas se disipan es menester preguntarse sobre cómo esta caterva de malhechores y bandidos de la peor calaña, consiguió asaltar el poder. Al margen de su habilidad delincuencial, tal cosa jamás hubiera sucedido sin el concurso auspicioso de la autoproclamada intelligentsia en el Perú. Esta casta, pese a que pulula en el nimbo de la racionalidad, está infectada de pasiones atávicas hasta el tuétano. Y ha perdido la capacidad comprender la verdad de los hechos, a punto que impelida por odios cerriles (le llaman ética), fantasea con lo real e imagina espejismos acomodados a sus gustos. Por eso, no vacilaron en aggionar al “sindicalista básico” (Bellido dixit), vinculado a Sendero Luminoso (CONARE y Movadef), como el idílico maestro de escuela, quintaesencia de las virtudes campesinas y provincianas, además de épico justiciero y luchador social.

Según esta narrativa, frente a una putrefacta clase política, beneficiada del neoliberalismo colonizador y responsable de la desgracia de millones, Castillo era un viento fresco, una suerte de Inkari redivivo, un mirar al futuro con esperanza. Ahí están los textos de El Profe, publicación del respetado Instituto de Estudios Peruanos. Para concluir, este colaboracionismo de las élites criollas posmodernas, que indujeron al país al desastre actual, tiene metafóricamente su momento culmen. Cuando Sagasti, uno de ellos, redujo los requisitos y abrió la puerta para que Bruno Pacheco ingrese a la Secretaría de Palacio. Este gesto, que hoy quieren minimizar, es el epítome clarísimo de la traición caviar a la República.

(*) Constitucionalista

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

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