Opinión

La libertad, el pilar de la democracia

EDITORIAL

El psicólogo italiano Walter Risso escribió ayer en su cuenta de Twitter un interesante mensaje: “Qué cansancio, qué indignación, desaparecer en la masificación, en la igualdad impuesta. La singularidad te define. Eres único y única, irrepetible ¿Alcanzas a comprender la dimensión de esto? Se llama libertad”. Risso, quien es especialista en terapia cognitiva, tal vez les da a sus palabras un sentido meramente psicológico, pero su connotación va más allá y bien se puede aplicar a la conducta social, a la identificación política y a la praxis ideológica. Porque la libertad también es el pilar de la democracia.

No puede haber libertad sin democracia ni democracia sin libertad. La libertad se define como la facultad que tiene el ser humano de obrar según su criterio. No solo es no estar preso. Es también un derecho que se relaciona con varios aspectos que pueden regir la vida del hombre, como son los valores éticos, la religión y el libre albedrío en general. Y, claro está, la libre empresa, de prensa, de opinión, de expresión y todas las libertades consideradas como derechos en un sistema democrático.

De tal manera que las propuestas políticas y regímenes de gobierno que coartan estas libertades y suprimen otros derechos, constituyen un peligro para la democracia y el desarrollo de un país.

Hemos tenido ya algunas experiencias, muy lamentables, de la aplicación de políticas de gobierno populistas y represoras donde recortaron muchas libertades, como la mordaza a la libertad de prensa del velasquismo y la estatización de empresas del primer gobierno de Alan García, que tanto daño le causaron al país. Los malos ejemplos no se pueden volver a repetir. Y los peruanos tienen la facultad de decidir lo mejor para ellos y sus familias en las urnas, a través del derecho a sufragio, que ejercerán nuevamente el 6 de junio próximo en la segunda vuelta electoral.

Es cierto, aunque sea posible gozar de libertad, existe la posibilidad de ser esclavos de las apariencias, del fanatismo religioso o político, del sexo o de los vicios y hasta de la ley. Resulta que, aunque tengamos el privilegio de nacer en un país donde se supone que podemos “escoger”, no siempre hacemos la mejor selección porque nos esclavizan a veces hasta con las propias ideas o la demagogia. Pero para eso está la prensa libre, que investiga y dice la verdad, para estar vigilante y denunciar todo acto ilegal, de corrupción o de cualquier otra raigambre delincuencial, venga de donde venga. Porque los tiempos cambian; la verdad, no.

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