Opinión

La función debe continuar: ¡Que siga la bola!

Por: Tito Ponte Silvera

La muerte te vulnera. Es agresiva. No tiene compasión ni piedad. No mide niveles sociales, razas, credos, edad, absolutamente nada. La muerte es una lección para los que quedamos en vida: nos hace entender que es y será lo más seguro, que no tiene fecha fija, que es mejor ganar que perder el tiempo, que debemos dar un abrazo antes que no volvamos a tener otra oportunidad, perdonar, cerrar heridas, decir “te amo” a nuestra familia y amigos (los verdaderos).

La muerte de un ser amado produce dolor, pero también nos hace recapacitar y tomar conciencia sobre aspectos de la vida que casi siempre soslayamos, obviamos o simplemente perdemos el interés, pero que tienen un aspecto muy valioso. La perdida de un ser querido nos hace detallar los aspectos, anécdotas y recuerdos más particulares y alegres que tenía esa persona.

Ayer, por ejemplo, la muerte de Diego Bertie, cantante y actor reconocido, conmocionó a todo nuestro país, a miles de sus fans, muchos ellos quizás ni lo conocieron personalmente, pero destacan su faceta, su trabajo y por eso sienten la pérdida como propia y resaltan su valor humano. Puedo entenderlo, y de algún modo hoy más, porque a la distancia sufro la perdida irreparable de mi abuela, Consuelo Salinas Montes, una mujer que fue feliz, que vivió alegre y que no querían que la lloren, aunque sea y es difícil contener el llanto. Puedo entender, porque tras la nefasta noticia, recibí varias llamadas y mensajes, de amigos y familiares que la recordaron por sus frases célebres: “Viejos son los caminos que aún hay que recorrer”, “¡Que siga la bola… Vaquiri, vaquiri vaaa!”, “De amor nadie se muere… Si no mírame a mí”. Esto último lo cumplió, siempre, estuvo de pie, fue muy feliz como vivió. Ella fue y continuará siendo la esencia de la familia, por sus bailes, sus jaranas, sus “chapas” tan ingeniosas, su risa, esa picardía que extrañaremos los que la amamos.

Entiendo las muestras de cariño y de dolor con Diego Bertie, cómo no, si también me tocó a mí y a mi familia, enfrentar un “hasta luego”, porque así será, porque estoy seguro que de alguna forma las almas se reconocen y reencuentra. Hasta pronto, mi viejita “Concho”. La fiesta debe continuar.

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