Opinión

La caída de Boris Johnson

Por: Martín Valdivia Rodríguez

Boris Johnson, el primer ministro del Reino Unido, era una mezcla de Donald Trump y Jair Bolsonaro, pero con cierta moderación debido a la aparente sobriedad de la sociedad inglesa, subordinada a las maneras refinadas de la monarquía. Una serie de escándalos que tuvieron su punto de ebullición con el llamado “partygate”, que lo descubrió en juergas con alcohol, baile y desenfreno en plena pandemia, acabó por hacer caer a un hombre que rompió con el prototipo del político inglés, que generalmente es sobrio, calmado y poco expresivo. Acorralado, Johnson se vio obligado a renunciar.

La elegancia del corte inglés en el vestir, la frialdad característica del británico y la puntualidad de la hora inglesa se hicieron a un lado para dar paso a acciones devenidas de la particular personalidad de un gobernante desfachatado, de estilo excéntrico, que rompió los rígidos esquemas de conducta en un país cuya población se caracteriza por su inexpresividad y frialdad. En Inglaterra, por ejemplo, llorar en público es mal visto salvo en circunstancias excepcionales. El control de las emociones es una regla. Ese es el estereotipo nacional. Johnson transgredió las normas.

Boris Johnson es conservador como su antecesora, Theresa May, como también lo fue Margareth Thatcher, la figura política más descollante de los últimos tiempos en Inglaterra. En las últimas décadas, desde 1923, cuando el país tomó el nombre de Reino Unido, las elecciones se las han disputado conservadores y laboralistas. Pero el fracaso de Johnson no necesariamente tiene que ver la ideología. Es un caso de escándalos motivados por el descontrol de las emociones.

Lo advertimos en esta columna, a inicios de junio pasado, pese a sobrevivir a la censura impulsada por diputados del propio Partido Conservador en la Cámara de los Comunes, Boris Johnson había empezado el triste camino del fin de su gobierno. Ya en mayo, un mes antes, su impopularidad lo condujo a la derrota en las elecciones parlamentarias.

Los escándalos, las metidas de pata, las huelgas y la inflación galopante pusieron a Johnson contra las cuerdas y cayó a la lona. Es un duro golpe para el Partido Conservador. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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