Los integrantes de la comunidad indígena Kuikuro que habita en Brasil hallaron la fórmula para enfrentar al COVID-19 y derrotarlo. En lugar de esperar la ayuda del gobierno, recaudaron dinero para suministros médicos, cerraron sus aldeas y aprovecharon su experiencia de un brote de sarampión para abordar la pandemia de forma temprana.
Así, entre los aproximadamente 900 kuikuro que viven en ocho aldeas en la cuenca del Alto Xingu, no hubo muertes y solo alrededor de 160 infecciones. Todos han sido vacunados.
Su éxito en la lucha contra el coronavirus contrasta con el resto de Brasil, donde más de 300.000 personas han muerto y el presidente Jair Bolsonaro se ha opuesto al confinamiento, ha desacreditado las vacunas y ha promovido tratamientos no probados.
